La vida cultural de Zamora vivió tiempos espléndidos en los años setenta. Eran ciertamente otras las circunstancias, incluso las políticas, pero el pulso de la ciudad era muy notable, para envidia de las ciudades cercanas con mayor densidad de población. No sólo las fiestas grandes de San Pedro eran la atracción en esos días calurosos de junio por la cantidad y calidad de los festejos programados, sino que se extendía a todo el año. Zamora creó la Bienal de Pintura, que cumplió con creces su papel hasta su agonía final aún no muy lejana, incluso una de escultura que tuvo relieve internacional y dejó algunos legados en la ciudad. O las jornadas de Viejas Músicas en octubre y los premios de poesía Ciudad de Zamora que alcanzaron un notable nivel nacional. De las propias fiestas nacía la Feria de la Cerámica popular que sirvió para exaltar las cerámicas locales populares y darlas a conocer en todo el mundo. O el Festival Flamenco que atraía a los propios seguidores de su cuna a nuestra Zamora, tal era la categoría y fama de los cantaores contratados. La verdad es que entonces la ciudad tenía un ilusionante corazón que hacía latir numerosas actividades, conciertos, exposiciones y conferencias de relevante categoría. Era la Obra Social de la recién nacida Caja de Ahorros Provincial de Zamora que, de la mano de los desaparecidos Miguel de Unamuno Pérez, como director general y de Antonio Redoli, jefe de la obra social, alentó, promovió y patrocinó durante muchos años un gran número de actividades. La región, sin Comunidad autonómica aún, miraba a Zamora con asombro y envidia.

Todo aquel mundo se desmoronó poco a poco. La absorción de la Caja por parte de otras de la Comunidad fue el punto final de la decadencia, ya iniciada con el cierre de instituciones de peso económico y social. Solo queda como reliquia, sagrada por los demás, el caudal de la etnografía que había adquirido la Caja durante aquel tiempo y que sirvió para que ineludiblemente la Comunidad autónoma decidiera levantar aquí el Museo Etnográfico regional. Porque de lo contrario, hubiera seguido el mismo camino del MUSAC, el Museo de las Artes de la Comunidad que, siendo presidente de la Comunidad nuestro paisano Demetrio Madrid López, se proyectó construir aquí y que luego los gobiernos sucesivos de AP y PP, llevaron a León por las causas "regionalistas" que todos conocemos. Y eso que protestamos públicamente muchos zamoranos, incluso del propio partido, y denunciaron algunos periodistas amigos.

Ahora, al hilo de estas próximas elecciones municipales y autonómicas, las instituciones deben plantearse si de verdad quieren recuperar aquel tono brillante de la cultura que nos distinguía, si queremos tener el Museo o Casa de los artistas zamoranos, muchos y excelentes, que nos dio como inmejorable cosecha el siglo veinte. Si pretendemos recuperar el pálpito musical de categoría que nos distinguió entonces, incluido el Pórtico recién enterrado, si queremos ya de una vez asentar en tiempo, lugar y forma los legados de Baltasar Lobo y León Felipe que estamos mareando entre propuestas de acá para allá y sin escuchar a colectivos desinteresadamente colaboradores en la idea. Si sentamos bases firmes para erigir el futuro Museo de Semana Santa, hasta ahora solo un proyecto y muchas palabras, con los brujuleos, fotos y palabras de mandamases. (¿recuerdan en cuantas elecciones municipales ha salido el dichoso museo a colación como promesa?). La Semana Santa es muy importante para Zamora, pero existe vida fuera de ella, y además otras cincuenta y una semanas. Y está cerca como referente el año jacobeo 2021 con lo que ello supone para una ciudad y provincia cruzada y pisada por miles de peregrinos.

Podríamos seguir. La hermosa aventura de la cultura también debe extenderse a todos los puntos de la ciudad a través de las asociaciones de vecinos y otros colectivos colaboradores, que los hay y excelentes, sociales, culturales, recreativos y deportivos. Zamora debe recuperar aquel brillo. La apuesta por la cultura debe ser absoluta y la implicación de todas las instituciones y entidades, total e incondicional. ¿Queremos volver a revivir aquellos tiempos? Nuestros hijos y nietos dicen que sí. Manos a la obra.