Siempre sucede cuando hay elecciones. Los candidatos, que antes han estado sin dejarse ver, aparecen por todas partes: en el mercado, en la procesión y hasta en el fútbol, aunque no hayan pisado en su vida un estadio. Todos piden el voto y prometen lo que no está escrito, porque prometer no cuesta dinero, y de costar no les va a costar a ellos, sino a los bolsillos de los ciudadanos, que son los que pagan los impuestos.

Así sucede siempre, y casi siempre la película termina lo mismo, incumpliéndose lo prometido. Pero nunca como consecuencia de una mala gestión, sino de la crisis económica, de la oposición o de "María de la O", si llega el caso.

De ahí que la gente ya pase de creerse nada, porque puede ser paciente y sacrificada, pero no gilipollas. Así que, cuando llegan momentos, como éstos de ahora, en los que se les llama a votar, ya están curados de espanto, y pasan de lisonjas, floreos y promesas envueltas en embelecos.

La primera en prometer, en Zamora, ha sido la candidata del Partido Popular a la alcaldía, que ha dicho que creará el "Centro de Arte Lobo" en un edificio "emblemático" y con las posibilidades arquitectónicas y espaciales "necesarias para permitir un correcto y definitivo desarrollo del proyecto museístico y museográfico". Pero claro, a lo mejor no ha caído en la cuenta que fue su propio partido quien prometió lo mismo durante los doce años de singladura del alcalde Vázquez y los ocho siguientes de la alcaldesa Valdeón, sin que llegaran a mover una sola piedra. De manera que no es un antecedente que ayude mucho a llegar a creérselo. No obstante, la candidata actual tiene la oportunidad de concretar algo su oferta, de decir cuál es ese edificio emblemático que cita, y si está en sus manos poder disponer de él, y quien o quienes están dispuestos a aportar los fondos necesarios para su adaptación a museo. Aportar datos concretos ayudaría a que pudiera tomarse en serio su propuesta.

Ver para creer, como le pasó a Tomás, que, aun siendo santo, no llegó a creer a Jesús, el Hijo de Dios, cuando le dijo que había resucitado. Y si un santo llega a pasar por esa tesitura, por qué no vamos a pasar los ciudadanos de a pie, que no aspiramos a ser canonizados. Pero claro, algunos candidatos al estar en las nubes, creen que son dioses, y que, al final, la gente llega a creerles, aunque no les permitan meter el dedo en la llaga, como tuvo oportunidad de hacerlo el apóstol Dídimo. No han reparado en que no es lo mismo ser un dios, que vivir en el Olimpo, pues lo segundo no supone lo primero, ni da derecho a dirigirse a la gente con argucias, triquiñuelas y arrogancias.

Por mucho que se insista nunca será suficiente. Por mucho que se les pida que abandonen los fuegos de artificio y se limiten a prometer solo lo que, en realidad, se encuentra dentro de sus posibilidades, nunca llegarán a hacer caso. Y seguirán tratando a la gente como especímenes de poco cerebro, a los que se les saluda, si se les ve por la calle, una vez cada cuatro años.

Veremos lo que ofrecen los demás partidos y en qué términos los presentan. Pero hacer gala de poca imaginación y reiteración de promesas incumplidas no les va a ayudar mucho para llegar a ser primer o primera edil en el ayuntamiento. Prometer lo primero que se nos ocurra es tarea fácil, pero el riesgo está en que los demás se den cuenta de ello.