Oigo a experto tras experto asegurar que estas elecciones, las del 26-M, son históricas. Y, estupefacto, me pregunto: ¿Y cuando unas elecciones democráticas han dejado de serlo? Que yo recuerde, nunca. Unas veces son históricas por unas razones; otras, por otras; otras, por mezcla de las anteriores; otras por su "irrepetible trascendencia" (algo que volverá a decirse en las siguientes, también irrepetibles y trascendentales)?El que no encuentra relevancia histórica es porque no quiere.

En esta ocasión, los analistas "históricos" han hallado argumentos de peso. Se trata de incidir en la cercanía, casi continuidad "histórica", de las generales del pasado 28-A con las municipales, autonómicas y europeas del próximo 26-M. Y se trata, claro, de presentar los próximos comicios como una segunda vuelta de los recientemente celebrados. Los partidos también lo entienden así. Unos porque ansían desquitarse del batacazo sufrido hace menos de un mes. Otros porque buscan confirmar sus éxitos y poner votos por medio con sus perseguidores o aspirantes a los mismos sillones de mando. Y otros, o todos, con el deseo, tácito o explícito, de ver pasar el cadáver (político) de su enemigo (político) y tener por delante unos cuantos años para estar en el poder, aplicar sus programas y gobernar.

A mi juicio, se equivocan (o no aciertan) quienes proclaman, con fervores o con silencios cómplices, que las elecciones de mayo son una segunda vuelta de las de abril. Flaco favor se le hace a la ciudadanía. ¿No estamos todos de acuerdo en la importancia de lo municipal, de los alcaldes y concejales, de lo más cercano a los problemas cotidianos del sufrido contribuyente? ¿No son las comunidades autónomas las que gestionan esas materias que aparecen enseguida cuando se habla del Estado del Bienestar: Sanidad, Educación, Dependencia? ¿No dependen de lo que llamamos Europa tantas y tantas decisiones que regulan nuestra actividad diaria o que influyen decisivamente en la economía de esta tierra como ocurre con la PAC? Pues bien, esto es lo que se ventila el domingo 26 de mayo y no saber si Pablo Casado se recupera, si Pedro Sánchez se afianza, si Albert Ribera avanza o se estanca, si Pablo Iglesias refuerza su liderato y si Abascal cumple con las expectativas que autoproclama.

Me temo que esto va a dominar tanto en la campaña que comenzó el pasado viernes como en la valoración de los resultados. Eso y lo que suceda, faltaría más, en Madrid. Ya se sabe que Madrid es el mensaje. A nosotros, a los supervivientes de las tribus mesetarias, nos afecta poco (o nada) quien sea el alcalde o alcaldesa de la Villa y Corte o quien gobierne la comunidad madrileña. Sin embargo, nos bombardearán por tierra, mar y aire con los datos de allí, con sus repercusiones, con su simbolismo, con lo que significa para todo el orbe occidental y parte de Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón los cambios habidos en los gobiernos de Madrit, que diría Torra, con el continuismo del PP, con el ascenso de Gabilondo, con los avatares del dúo Carmena- Errejón y así sucesivamente. Lo que pase en Zamora y en Castilla y León quedará para los de casa y para una entradita de mínimos en los programas especiales. Lo he sufrido muchas veces en mis carnes. Lo de aquí interesaba muy poquito a nivel nacional. El interés, nos decían, está en otro lado. Y ahora existe un "agravante". También hay que dar toda la cancha del mundo a lo que pase en Barcelona. La sombra del "pròces" es alargada. Tanto que, al igual que Madrid, acaparará todas las miradas.

También estará en el punto de mira el CIS y sus polémicas encuestas. Eran tan malas, tan manipuladas sus previsiones de las generales que, oiga, acertó. Y ahora dice que ganará el PSOE en todas las autonomías donde se celebran elecciones menos en Cantabria y Navarra. Pero, ojo, una cosa es sacar más votos y otra gobernar. Y si no que se lo pregunten a Susana Díaz, que ganó en Andalucía, pero mandan PP, Cs y Vox. Por cierto, que Mañueco, candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, insiste en que debe gobernar la lista más votada. ¿Aquí sí y en Andalucía no? Una variante de la ley del embudo, tan de moda siempre.

Está claro que por estos pagos nos jugamos bastante más que el futuro de Sánchez, Casado y demás y que el apabullante simbolismo de Madrid y Barcelona. Nos jugamos el futuro de nuestra tierra, de nuestras ciudades, de nuestros pueblos; o sea, nuestro futuro. Y eso muchas veces se olvida. O queda sacrificado en el ara de las grandes cifras, las grandes urbes, los grandes que cortan el bacalao, los macroliderazgos, la marginación del pequeño. Confiemos en que cambie esta tónica. Y hagamos lo posible, nosotros los primeros, para que así sea.