"No es momento de puñales, sino de costuras". Esa fue la respuesta de Alberto Núñez Feijóo a los dirigentes regionales que deseaban que tomara el mando, ante la debacle de los resultados electorales. Feijóo no es ni Garrido, ni Bauzá, ni Clemente. El presidente de la Xunta de Galicia es un hombre comprometido con el Partido Popular, sensato, coherente y que se viste por los pies. Además, se lo ha dejado bien claro a todos sus compañeros de partido, a los que se han venido abajo tras los resultados y a los que se han crecido. "No seré desleal ni codicioso" Y eso encaja en su perfil muy por encima de gentes como Garrido al que se le ha viso bien visto el plumero y Silvia Clemente que cuando no se sale con la suya se va haciendo todo el ruido posible.

Pablo Casado ha pagado los platos rotos, los propios y los que venían de atrás, de la corrupción y de otras cuestiones que el presidente Rajoy no supo o no quiso solventar a tiempo. Pablo Casado ha pagado cara su bisoñez. Tampoco la cosa es para que los sorayistas se revuelvan en sus recién elegidos escaños y empiecen a hacer eso que Saénz de Santamaría sabía hacer tan sumamente bien la perfidia, la astucia, la doblez, la capacidad para urdir situaciones. Me parece increíble que la prensa, la izquierda y la propia derecha le pidan que se vaya. A Pedro Sánchez le pasó algo parecido y nadie se planteó su liderazgo, nadie que no fuera Susana Díaz.

Pedro Sánchez llegó para quedarse. Pablo Casado también, si los maquiavelos del Partido Popular, que los hay y muchos, no empiezan a hacer de las suyas. Al lado de Casado no estaba un Iván Redondo que es quien marca los tiempos a Sánchez, para conducir sus pasos e incluso sus palabras. Por la boca muere el pez y hay que poner mucho cuidado en lo que se dice y, por supuesto, también en lo que se hace. Los sorayistas están agazapados esperando más trasvases a Ciudadanos, el partido 'recoge-tránsfugas'. Se han ido los que tienen que irse. Puede que se debiera ir alguno más. A lo mejor el PP de Casado debiera empezar de cero con otro tipo de gente no tan proclive a la traición.

No es el momento, como reconoce Núñez Feijóo, de andar enfangando el partido y a su líder. Es el momento de recapacitar y de hacer las cosas bien. Sin soberbia, sin autocomplacencia, sin prisa pero sin pausa. Da la sensación que tras la rebelión de algunos barones que no dudaron en levantar el índice acusador para apuntar directamente a Casado y Egea, las aguas han vuelto a su cauce y hay una imagen de unidad que comenzó días pasados en Galicia. El Partido Popular está en la obligación de darle más oportunidades a Pablo Casado. Los líderes regionales no pueden sacar pecho como si ellos no tuvieran parte de culpa de lo ocurrido. Hay que contar además con el factor fraccionador ante la aparición de tanto partido a la derecha y la desunión de todos ellos. Si sumamos votos, señores de la izquierda, no presuman tanto, el conjunto de los partidos de derechas y centro derecha, sumaron más votos que toda la izquierda junta y entera.

Los desleales y codiciosos que se marchen. La templanza de todos es el mejor bálsamo. Posiblemente Núñez Feijóo dé un salto Galicia-Madrid algún día. Ahora no toca. Como no tocó en el proceso del cambio que vivió el PP, cuando muchos dirigentes le pidieron que liderará al Partido Popular. La imagen de unidad es decisiva, como lo es el hecho de la reflexión de los votantes. Cuántos han confesado abiertamente haberse equivocado repartiendo sus votos, votando con el corazón o el ansia de venganza en lugar de con la razón. Puede que rectifiquen. Están a tiempo.