La frase que encabeza este artículo dio la vuelta a España en pocos minutos. La soltó el jueves pasado José Antonio de Santiago-Juárez, vicepresidente, consejero de Presidencia y portavoz de la Junta en la rueda de prensa en la que suele informar de los acuerdos del Consejo de Gobierno y responder a las preguntas de los periodistas sobre temas de actualidad. Me cuentan que la "canallesca" esperaba con expectación y ganas la cita con de Santiago-Juárez tras las elecciones del domingo y el batacazo que se llevó el PP a nivel nacional y también, con diferentes grados, en todas y cada una de las nueves provincias de Castilla y León. Y el portavoz no defraudó. Sabía perfectamente el terreno que pisaba y conocía de antemano el impacto de sus palabras.

Eran días (aun siguen siéndolo) en los que el personal anhelaba declaraciones jugosas sobre lo acontecido el 28-A y estas no llegaban o se reducían a simples capotazos de aliño sin entrar en faena. O sea sin bucear en las causas, cercanas o lejanas, de la debacle de los populares. Nadie, quizás obedeciendo órdenes de Génova, 13, había hecho autocrítica sobre la estrategia (¿o fue simple y primitiva táctica?) de Pablo Casado y su giro hacia terrenos de la ultraderecha. Los análisis de los gerifaltes del PP se limitaban a echarle la culpa a la división de la derecha, a la movilización de la izquierda, a, tal vez, algunos errores puntuales, al empedrado, a uno que pasaba por allí, al anticiclón de las Azores, a todos menos a sí mismos. En eso fueron Casado y su entorno discípulos aventajados de Aznar, que jamás ha admitido fallos propios; siempre la responsabilidad, la mala, claro, es de los demás.

Y en estas llegó José Antonio de Santiago-Juárez, un político con muchas horas de vuelo, con experiencia, con intuición y con una capacidad innata para dar en el blanco cuando quiere hacer temblar al rival. Ah, ¿pero había rivales aquí? Sin ningún género de duda, aunque militen en el mismo partido. Casado había llevado al PP a posturas políticas e ideológicas muy alejadas de las que preconizan Herrera y sus gentes (de Santiago-Juárez ha sido muchos años la mano derecha de Juan Vicente) y, tras el fracaso, lo lógico es que alguien sin miedo a venganzas pusiera el dedo en la llaga.

Y ahí, justamente ahí, encaja el portavoz de la Junta, que ya está de vuelta de muchos avatares?aunque vaya de segundo en la lista popular al Ayuntamiento de Valladolid, donde ya estuvo hace unos cuantos años. Y don José Antonio lanzó la bomba sin levantar la voz, sin gesticulaciones, como quien no quiere la cosa: "En el entorno de Pablo Casado debería haber más Feijóo y Herrera y menos Aznar y FAES". Y todos los periodistas a tomar buena nota, a sacar el correspondiente "corte" radiofónico, a anotar el "total" televisivo y a llamar a los informativos centrales de Madrid para contar lo que acababa de perpetrar nada menos que el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, es decir un pepero con pedigrí y mando en plaza. Y sí, lo que dijo tiene repercusión y debería ser tenido en cuenta por los mandamases populares. Veremos.

Conociendo como creo conocer a José Antonio de Santiago-Juárez, estoy seguro que la frasecita de marras no fue improvisada ni se le ocurrió esa mañana, sino que la venía elaborando, puliendo y perfeccionando desde la misma noche del domingo. Y logró un titular de impacto. Apenas diez segundos para hacer del malestar de gran parte del PP una sentencia difícilmente rebatible. Un ahí queda eso y a ver quien lo mejora.

Pero hay más. Tengo para mí que el vicepresidente de la Junta pronunció esa frase mirando a Salamanca, concretamente hacia el domicilio de Alfonso Fernández Mañueco, aspirante a la presidencia de la Junta y mudo hasta entonces. Esa mudez equivalía a respaldar plenamente a Pablo Casado sin entrar en autocrítica de ningún tipo. Mejor calladito no sea que me retiren apoyos o que me consideren enemigo. Hemos perdido, pero Casado y yo lo hemos hecho de cine. Ya veréis, en las autonómicas y en las municipales barremos. Obviamente, de Santiago-Juárez se rebeló contra esta postura cómoda y dijo lo que dijo. A nadie se le oculta que casi todos los consejeros actuales no comulgan con Mañueco y hubieran preferido que fuese Antonio Silván el ganador de las primarias. Pero venció quien venció y la guerra soterrada ha continuado al menos hasta ahora. Los resultados del 28-A la han agudizado, si bien, como ocurre a menudo, hay que echar tierra sobre el asunto y hablar solo de lo bien que nos recuperaremos el 26 de mayo. Nada de mostrar las heridas.

Y en esas están, aunque el aldabonazo del portavoz no haya caído en saco roto. Y ha demostrado que aún quedan políticos que están a las duras y a las maduras y que poseen más inteligencia que ambición.