Era de prever. En escaños ha ganado un aparato, una estructura partitocrática cuyo único objetivo desde hace cuarenta años fue y sigue siendo monopolizar el poder.

A ello ha contribuido una ley electoral que introduce graves anomalías en el funcionamiento de nuestro sistema político, incluyendo la sobrerrepresentación injustificada de fuerzas separatistas profundamente desleales con el régimen constitucional.

Determinantes en apariencia unas clientelas ideológicas que, en la práctica, nada cuentan ni pueden, aun susceptibles de manipulación en beneficio ajeno a efectos de movilización y propaganda. Clientelas ultras de causas varias, por las que cualquier arribista con instinto de poder no puede menos que sentir hondo desprecio. Leninismo de manual.

Pero quizá lo definitivo, pues de partitocracia se trata, haya resultado el control de los mecanismos del Estado, o sea, una socialburocracia omnipresente y omnirreinante. Para dispendios y rebatiñas, decretazo tras decretazo. En realidad, ¿qué, si no, explica que una figura hace dos años insignificante, desahuciada dentro de su partido, de una mediocridad intelectual sin precedentes y cuya única habilidad se limita a una desfachatez y ambición irrefrenables, se haya alzado con santo y seña de la política nacional, en forma de mayoría endeble pero mayoría al fin y al cabo? Ni más ni menos, lo explica el poder en que se instaló de la noche a la mañana, gracias al servilismo hoy de mendicantes de saldo y ocasión. En el fondo burocracia, burocracia y burocracia, bajo disfraz de lo social. O sea, BOE, presupuesto, pensiones y paniaguados de toda clase y condición. También, cómo no, control de cargos y nóminas a piñata y reparto. Y a lo que parece, últimamente ministerios para algún que otro lideresa/o tricolor a la morada.

De todos modos, victoria en el fondo pírrica, pues más allá de lo minoritario y unas alianzas que sin duda le pasarán factura, el PSOE, estructura y puro aparato, se enfrenta a la peor de las alternativas. Simplemente porque la radicalización, la podemización ultra se traducirá a la larga en debilidad y marginalidad. Resulta curioso que nadie ponga alto en que, por la senda de un frentepopulismo rancio, el mañana será aún peor que el ayer de buena parte de los partidos hermanos. Vamos, que cuando las barbas del vecino socialista veas cortar?.

Claro está, el PP se ha lucido. Pero quién podría comparar ni de lejos la fuerza, el enorme influjo del PSOE de la transición, con la inanidad, con el cartón piedra del actual partido, bajo égida y batuta de un personaje como Sánchez, forzado a alianzas vergonzantes con comunistas y separatistas. Volviendo la vista atrás, ¿se imagina alguien en semejante pasteleo a Felipe González, que sin duda hizo mucho y no todo bueno, ejerciendo de chambelán bolivariano de un comunismo bananero y caraqueño, lo mismo que de felpudo político de un separatismo por entonces a pachas y gachas con el terrorismo asesino?