Un casting no es sólo un proceso para la selección de actores, sino también el conjunto de actores que se presentan para un trabajo.

Se contacta con ellos y se concierta una entrevista. Se busca que el seleccionado tenga algo especial, algo de lo que carecen los demás y que, por supuesto pueda bordar el papel que ha de desempeñar. Cuando se encuentra la persona idónea, que reúna los requisitos pedidos, se le asigna un papel. Si son famosos suelen estar bien pagados.

La grabación se suele llevar a cabo en distintos estudios de televisión o en otras localizaciones, y aunque parezca un proceso simple, siempre conlleva cierta complejidad.

En estos días se ha hablado además de política, - les recuerdo que hay vida además de la política- también de Cervantes y del Quijote, con motivo de la entrega del Premio Cervantes a la poetisa uruguaya Ida Vitale, que escribe versos tan bellos como estos, sobre las diferentes lenguas de la tierra: " Érase un bosque de palabras/ una emboscada lluvia de palabras,/ una vociferante o tácita/ convención de palabras/ un musgo delicioso susurrante/ un estrépito tenue/ un oral arco iris/ de posibles o leves disidencias leves/ érase el pro y el contra,/el sí y el no,/ multiplicados árboles/ con voz en cada una de sus hojas./ Ya nunca más, diríase,/ el silencio."

Y como la política me aburre, y El Quijote me parece un libro maravilloso ya que de él se pueden sacar numerosas lecciones para la vida, lo releo para entender la sinrazón de las razones de nuestros políticos.

Y es que precisamente, uno de los castings más curiosos que conozco, unido a una selección de profundos consejos, es el que el caballero andante, Don Quijote de la Mancha, le hace a Sancho para que pueda convertirse en gobernador de la Ínsula Barataria, la cual le promete desde el primer encuentro que tienen, en el que le pide que lo acompañe como escudero. "Decíale entre otras cosas don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez, le podría suceder aventura que ganase (?) alguna ínsula y le dejase a él por gobernador de ella. (?) Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, dejó su mujer y hijos y asentó por escudero de su vecino".

Más adelante nos va ampliando el propio Sancho ese interés que lo mueve para correr tantas aventuras, que como buen estrenado político, no es otro que el ascenso social, porque también desea que su hija acabe convirtiéndose en señora y en condesa.

Uno de los requisitos que Sancho debe poner en práctica, según el Quijote, para ser un buen gobernante comienza por el aseo personal, "Lo primero que te encargo es que seas limpio y te cortes las uñas, sin dejarlas crecer como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como aquel excremento y añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero, puerco y extraordinario abuso".

También la vestimenta ha de adecuarse a los actos a los que se asista. "No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería".

"Habla con reposo, pero no de manera que te escuches a ti mismo, que toda afectación es mala".

Ante el problema que el Quijote le presenta a Sancho porque no sabe escribir, aunque aprendió unos garabatos a modo de letras para plasmar su firma en cualquier sitio, dice lo siguiente: "Fingiré que tengo tullida la mano derecha y haré que firme otro por mí, que para todo hay remedio, si no es para la muerte, y teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere". (Este sí que es un verdadero Manual de profecías. No me digan que no es un libro de rabiosa actualidad)

Poco a poco el Quijote le va reseñando a su escudero las virtudes que deben acompañar a un gobernante, "Entendimiento para saberse gobernar, y valor para ofender y defenderse en cualquiera acontecimiento". Y que sea lo más justo posible en sus decisiones, "Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia".

Destaca la crítica que hace el hidalgo de algunos estudiosos y letrados que dedican su vida a gobernar, no tiene pérdida: "...Los hemos visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura, su frío en refrigerio, su desnudez en galas, y su dormir en una estera en reposar en holandas y damascos.

La Duquesa, una de las que le concede la ínsula, duda de la valía de Sancho Panza, "Porque el que no sabe gobernarse a sí, ¿cómo sabrá gobernar a los otros?"

Sin embargo, Sancho, con gran claridad de ideas la convence; "Y si vuestra señoría no me quisiera dar la ínsula por tonto (?) yo he oído decir (?) que no es oro todo lo que reluce". (Qué gran verdad).

Demuestra el escudero su sensatez y honestidad en el cargo, valores tan perdidos en la política actual, también su sentido común para resolver los problemas que se le presentan, "¿No lo dije yo? - dijo Sancho. Bonico soy yo para encubrir hurtos. Pues a quererlos hacer de paleta me había venido la ocasión en mi Gobierno".

Por supuesto deja de gobernar porque el médico le aconseja a Sancho que no coma si quiere conservar la salud. Y él, harto de pasar hambre y verse asediado por numerosos problemas, se escapa una noche, vistiendo sus humildes ropas, sin llevarse nada de la Ínsula, salvo su integridad, que siempre le había acompañado desde la cuna. ¡Qué gran lección de vida!