Llegados a este momento, y después de ver una importante sucesión de propuestas , creo, que la tentativa de votar es una audaz pugna entre el azar y el hallazgo.

Hay etapas que parecen terminadas, pero muchas veces, son preparativo de futuro en estado de balance. Creo, que los verdaderos logros, se modelan con el ejercicio de la observación. No siempre el exceso de sentimiento es sinónimo de cariño: en sí mismo el sentimiento es tejedor de afectos, pero hundido junto a una urna es una pasión escorada al contraluz.

Hace pocos días, junto a la alegría de la vivencia, me encontré a una señora que era rasgo incisivo de duda. Estaba junto a un buzón sacando propaganda electoral, al pasar le di los buenos días, con voz decisiva me correspondió, y sin venir mucho a cuento dijo con voz serena: "votaré lo que decidamos la familia". Su frase, al menos a mí, me hizo pensar; casi todas las afirmaciones suelen acentuar lo impreciso y muchas emparentan con lo evidente. O sea: ¿el cielo de nuestro país se decide en familia? A veces, humilde opinión, los ascendientes y descendientes, pueden llegar a estar muy lejanos en puntos de vista. Todos somos fortuita coincidencia de una fecha: nuestro nacimiento, por lo tanto, no podemos pensar igual, el asunto generacional tiene un peso. ¿O no?

Todos somos capaces de pensar, junto a nuestra silueta siempre hay un rincón inquieto invitándonos a hacerlo, no creo que votar sea la simplicidad de una decisión conjunta: nuestra fuerza estalla con nuestras convicciones. La vida es una espontánea circunstancia, a través de nuestra expresión nos reconocemos, a través de las expresiones de otros nos anulamos. Es importante pensar que no decidir por uno mismo es una de las maneras más precarias de anularse...

Después de ver a la señora del buzón se me antoja pensar que ser buen familiar no es sinónimo de ser un subordinado. Por lo tanto, es hora de plantarle cara a nuestras decisiones, y por supuesto, ser siempre frecuencia de decisión, valentía y pensamiento.