Con ese nombre, la Quema del Judas, se conoce a una fiesta popular que se celebra en la localidad sevillana de Coripe y en la que cada año se fusila o se quema a alguna figura que haya representado "algo negativo para la sociedad". Según está el panorama, en España tenemos, para dar y tomar, personas que representan aspectos negativos. El pasado domingo, el Judas elegido no fue otro que el expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont, cuya figura fue quemada en representación de lo negativo, de lo más negativo, diría yo, para la sociedad española en general y la catalana en particular.

La fiesta de marras está considerada de Interés Turístico Nacional. El año pasado concitó cierta polémica porque la figura "quemada" fue la de la asesina del niño almeriense Gabriel Cruz. Nadie mejor que su asesina representando al Judas a batir. El Movimiento contra la Intolerancia, presa de un buenismo exacerbado presentó una querella contra los organizadores porque vieron un matiz racista. No vieron a la asesina, vieron un matiz racista. El juez archivó la querella.

Este año, la quema del Judas 2019 parece ser que puede correr la misma suerte, es decir, encontrarse con una querella. ¿Quién osa querellarse contra una realidad tan contundente como esta? Pues, ni más ni menos que el ínclito sucesor de Puigdemont, el nada honorable Quim Torra. El independentismo catalán se ha puesto de uñas, ha echado la húmeda a pasear y ha dicho de todo. Distintas formaciones independentistas presentarán una denuncia ante la Fiscalía ya que lo consideran un presunto delito de odio.

De libertad de expresión, nada de nada. Sin embargo cuando el independentismo quema fotos de Su Majestad el Rey, antes el padre y ahora el hijo, ni delito de odio, ni Dios que lo fundó, tan sólo libertad de expresión, ¡tócate los cullons! Sé que la denuncia no va prosperar porque entonces sería como para matar al juez. Lo digo porque también se denuncia la quema de fotografías de don Felipe y del símbolo nacional, la bandera, y nunca han prosperado. A ver si ahora va a ser más Puigdemont que todo el Estado español junto y entero. A los supremacistas catalanes hay que devolverles por la vía de la tradición, lo que ha hecho la localidad de Coripe ante cuyo alcalde, concejala de cultura y festejos y habitantes en general me descubro. Porque además, atinan plenamente con el Judas que eligen.

Ya sé que se sobran y se bastan, pero yo me atrevería a sugerirles que para el próximo año abrasen el monigote de Torra. Y ya puestos los de Rull, Turrul y todos estos que ahora se rasgan las vestiduras. Lo peor del caso es que Puigdemont, que jalea la quema de fotos del Rey, se ha cabreado, acusando al Partido Socialista de participar en "un acto de odio". Se ve que no se ha enterado. El único partido constitucionalista que se ha condolido y criticado la fiesta del Judas y no sé cuántas cosas más, ha sido el PSOE de Sánchez siempre dispuesto a allanarse el camino de futuros pactos con los separatistas catalanes.

"Hórrido. Asco extremo. Intolerable. Lo denunciaremos" ha dicho Torra. Poco se ha manifestado cuando en Barcelona y otros puntos de Cataluña se ha insultado a la Corona, a España, a los españoles y se ha quemado la imagen del Rey. Es lo que tiene el supremacismo del que hace gala esta gente. ¡Fariseos! Que coman y beban de lo mismo que nos dan de comer y beber durante 365 días a todos los españoles y muy especialmente a la Corona.