Pues sí, se marchan los jóvenes zamoranos que han venido unos días en Semana Santa a hacer penitencia bailando los pasos al son de las marchas fúnebres y a cargar con la cruz de la culpa de la marcha del botellón. O viceversa. Porque aunque se cambien las palabras anteriores, su sentido y los jóvenes son los mismos: los que cargan pasos y cruces con el respeto y devoción aprendidos de sus mayores para celebrar la fiesta religiosa; y los que se divierten con santas meriendas, sopas de ajo, dos y pingada y botellón para celebrar encuentros y vida.

Son los mismos jóvenes que se van, y no precisamente de marcha festiva, sino a buscar trabajo dejándonos despoblados. Y lo que es peor, desplumados y con la pensión tiritando de miedo, porque ¿quién nos va a pagar las pensiones si los más jóvenes no trabajan?

Sin embargo, pese a la coincidencia de la campaña electoral con la Semana Santa -concejales y ministras como hermanos de fila y hermanas de acera por un día- los verdaderos problemas de los jóvenes como el de la emigración forzosa y el paro no han aparecido en el debate social, reducido en España al propio debate político sobre el debate -que "sí sí sí" quiero, o "no no no" voy- y en Zamora al botellón.

La cantidad de tiempo dedicado en Zamora a prohibir el prohibido botellón por ley -que lo que prohíbe es beber en la calle salvo en verbenas y romerías debidamente autorizadas por la autoridad redundantemente- ha ocultado que los jóvenes que han venido a cargar los pasos y a desfilar en la procesión, se reúnen para encontrarse y compartir la carga del paro sobre sus hombros y la marcha fúnebre de la emigración.

Ya que no nos solidarizamos con sus problemas reales en estos días que vuelven, al menos no seamos hipócritas para ignorar que los jóvenes y menos jóvenes se emborrachan legalmente cuando quieren, y que los menores de edad hacen botellón todo el año. Y todo el año estorban a los vecinos y manchan las calles, como si de una fiesta legalizada se tratase. Y todo el año la policía interviene para intentar evitar las consecuencias en su salud y la de los demás. Y que el alcoholismo es un problema de todas las edades, lamentablemente, pero seguimos promocionando el vino y las rutas.

Y si es porque molesta a la Semana Santa, su "jefe", el Sr. obispo, ha puesto en su sitio a los que se quejan del botellón de los jóvenes pero convierten las calles en una merienda en tiempos de abstinencia. Aunque en Zamora se resuelve muy bien desde hace años en Semana Santa la aparente contraposición entre el pensamiento del "Primum vivere deinde philosophari", y la frase de Jesús "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Espiritualidad y carnalidad, alma y cuerpo, pensamiento y sensaciones: procesión, merienda, penitencia, botellón.

El problema de nuestros jóvenes es la falta y precariedad del trabajo creado, que les impide hacer planes más allá del día a día, y tener hijos para el paro pese a los planes de natalidad. Leo en un periódico especializado en economía: "En 2018, cada nuevo puesto creado precisó, nada más y nada menos, que 43 contratos. Es decir, el empleo creció en 513.000 personas durante el año pasado, pero se firmaron 23,3 millones de contratos en el país." ¡Esto sí que es un escándalo!

Los que esperaban que hasta se cayera la Muralla por el botellón, justifican que este año sus repercusiones fueran mínimas debido a la lluvia fina que acortó el recorrido de la procesión pero bendijo los campos que nos dan de comer y de beber, y menguó los asistentes al botellón.

Pero el chaparrón de las reformas laborales aprobadas por algunos políticos que salen en procesión no se para a dios rogando, sino con el voto dando. Y con el mazo de la movilización también antes de que la manifestación del 1 de mayo se convierta en una procesión de penitencia.

En lugar de prohibir lo prohibido como el botellón, hay que prohibir el despido libre y gratuito legalizado por las reformas laborales que, sin coste por el despido, se convierte en la mayor amenaza para los trabajadores, los jóvenes sin antigüedad y los viejos a punto de quedarse sin pensión.

Los de Zamora también. Y mucho antes, parece.