La semana que se avecina será histórica. Hasta el próximo domingo, día de las elecciones generales, nos seguirán llegando los últimos mensajes de quienes aspiran a sentar sus posaderas en el Congreso de los Diputados y en el Senado. La incertidumbre nos acompañará también hasta comprobar quién se sentará en el banco azul del Gobierno y ocupará los salones de mando en el Palacio de la Moncloa. Previamente algunos viviremos con intensidad los dos grandes debates que, según parece y tras muchos dimes y diretes, se van a celebrar el lunes y martes en distintas cadenas de televisión. Quienes seguimos la política con verdadera fruición y sentimos interés por los asuntos públicos, como es mi caso, nos gustan estos momentos estelares de la democracia, cuando los contrincantes confrontan sus mensajes y los expertos en el análisis político se estrujan los sesos para ver qué han dicho, qué cuestiones se han quedado en el tintero, cómo se han expresado o qué otras artimañas se han empleado para pescar en el río revuelto de los votantes.

Pero la semana será histórica sobre todo porque los ciudadanos vamos a ser los verdaderos protagonistas de lo que pueda suceder durante las próximas fechas. En nuestras manos tendremos la posibilidad de elegir entre A, B, C o D, por poner solo cuatro ejemplos, sabiendo que la oferta electoral que vamos a encontrar en el gran supermercado de las ofertas políticas es muy numerosa. Que los ciudadanos podamos hablar, acertar o incluso equivocarnos a la hora de la elección forma parte del verdadero juego de la democracia. Cuando deben tomarse decisiones sobre la gestión de los asuntos públicos, que nadie hable por uno mismo es mucho más importante de lo que parece a simple vista. Sé que muchas personas no son de la misma opinión y consideran que las elecciones y, por ende, la posibilidad de votar no es ni más ni menos que un fraude o un cambalache, que poco de lo que se promete se cumple, que los políticos solo miran por sus intereses y que los ciudadanos simplemente somos conejillos de indias que juegan con nuestras ilusiones.

Por todo lo que se avecina, la semana será histórica y, como no puede ser de otra manera, estoy convencido de que se vivirá con intensidad en los cuarteles generales, regionales y provinciales de los diferentes partidos políticos. Dada mi curiosidad por todas las cuestiones que rodean a la política, reconozco públicamente que me encantaría vivir desde dentro los entresijos de una campaña electoral, pasando tres o cuatro días en la sala de máquinas de las formaciones políticas, observando y anotando lo que se escucha, el modo como se planifican los mensajes y se adaptan las estrategias, acompañando a los candidatos por los distintos rincones de la geografía nacional o realizando cualquier otra cosa que se tercie. Ya ven con qué poco me conformo. En el fondo, mi ilusión por conocer los entresijos de la actividad política me lleva a escribir de estas cosas, aburridas para muchos ciudadanos y excitantes para quienes realmente pensamos que la política es demasiado seria para dejarla solo en manos de los políticos profesionales.