Ha habido unos días, y los que vendrán, en los que la campaña electoral parecía un trabalenguas en vez de una presentación razonada de propuestas. Y con un solo asunto sobre la mesa: el debate entre candidatos. Se debatía sobre el debate y los demás debates, los importantes, quedaban relegados a un segundo, tercer o cuarto plano. ¿Para qué discutir en torno a la Sanidad, la Educación, la dependencia, las pensiones, el empleo si lo vital era saber a cuantas teles iría Pedro Sánchez, a cuantas los demás y así sucesivamente? España está endebatada, ¿quién la desembateará?; el desembateador que la desembaretare buen desembateador será. Pues, eso. Ya respiramos todos tranquilos. Ya está todo, o casi todo, arreglado, porque ¿quién podía dormir tranquilo sin saber si iba a haber debates, cuántos serían, quienes irían, donde se celebrarían, con qué grado de aprobación de las teles convocantes y así hasta el infinito de interrogantes indispensables para la vida sobre la tierra? Nadie. Hubo, como habrán comprobado personalmente, una epidemia de insomnio. A muchos todavía le dura. Y lo que te rondaré, morena.

Como nadie ignora, por fin se ha aclarado el enigma. Habrá dos debates. Uno, mañana mismo en TVE y otro, el martes en Antena-3. ¿Todos contentos? Creo que no. Que si Pedro Sánchez ha cedido por cobardía; que si es una insensatez celebrar dos debates tan seguidos; que, si tal y como están las cosas, servirán para poco porque habrá más descalificaciones, insultos e injurias que ofertas concretas sobre problemas concretos, que si los moderadores no son del gusto de todos; que si el formato elegido es demasiado rígido y encorsetado? Y hay quien se apresta a abrir más debates sobre los debates para que la semana que resta de campaña solo sirva para seguir debatiendo sobre los debates. Más trabalenguas y, probablemente, más mentiras o medias verdades, que son peores, en liza. ¡Y mira que van unas cuantas!

Mentiras, medias verdades o repentinos e interesados fallos de memoria. Por ejemplo, cuando apelan en el PP a campañas electorales y, para atacar a Sánchez, presumen que de que ellos siempre han debatido. Falso. No hubo debates hasta 1993 en que se celebraron dos. En el de Antena-3, Aznar ganó claramente a Felipe González. En el de Tele-5, el socialista barrió al conservador. Tanto que acabó derrotándole en las urnas pese a que las encuestas daban favorito al popular. Escarmentado Aznar, en el 96 se negó a cualquier debate con González. Los pronósticos le favorecían. Y se cumplieron. En el 2000, también con las encuestas a favor, Aznar rechazó debatir con Almunia. En el 2004, Rajoy, favorito en los sondeos, no quiso debatir con Zapatero. Como perdió, si reclamó, y obtuvo, debates con el líder socialista en 2008. Lo demás es conocido. O sea, que nada de que siempre hubo debates y de que el PP siempre se ofreció a su celebración. Si daba por sentada su victoria, se negaba. Y esa trayectoria la empezó José María Aznar, que ahora va de campeón de todo y de más demócrata que quien inventó la democracia. Conviene mirar hacia atrás de vez en cuando.

De modo que ya tenemos cerrados dos debates. Los expertos dicen que sus resultados marcarán el resto de la campaña electoral y obligarán a los aspirantes a mantener, o a cambiar, sus respectivas estrategias. Tengo mis dudas. Ganarán todos. Y cada cual, apoyado en los medios más afines, destacará sus supuestos logros e incidirá en los fallos del rival. En los días siguientes, veremos publicadas valoraciones en las que será fácil saber cuál es la ideología del opinador. ¿A quién puntuarán más y mejor los examinadores de derechas? No creo que a Pedro Sánchez. Y mucho menos a Pablo Iglesias. ¿Por quién se inclinarán los de izquierdas? Seguro que ni por Pablo Casado ni por Albert Ribera. ¿Y Vox? A mi juicio, le ha venido muy bien la decisión de la Junta Electoral de excluirle de estos debates por no reunir las condiciones que, hoy por hoy, exige la ley. Así podrá Santiago Abascal alardear de victimismo y, a la vez, presumir de que "nos tienen miedo", como si la Junta Electoral no se hubiera limitado a aplicar la legalidad. Y de paso, no tendrá que mostrar en público, y con rivales enfrente, las muchas lagunas que tiene su presunto programa.

¡Oh!, he escrito programa. Y me han entrado unos rayos de esperanza. ¿Oiremos a los candidatos hablar de su programa y de las medidas que contiene?, ¿servirán los debates para que los españoles analicen, comparen y decidan?, ¿se aclarará alguno de los muchos puntos que hoy siguen oscuros? Esperemos que sí. Y que no tengamos que pasarnos otros cuantos días debatiendo sobre lo no debatido en los debates.