Las tradiciones, sin esfuerzo, se disponen a reconocer lo vivido. Todas son certeza de lo que va a ocurrir, y aún así, son motivación que busca adentrarse en la vivencia junto allegados y familiares. Cuántos suspiros nos arranca el calendario; hay fechas que tienen la capacidad de ser inquietud dispuesta a reconocerse en el número de seres queridos. Las tradiciones tienen el peso de los años: cuando el infortunio de la muerte acecha se honra de otra manera las fechas. Qué de personas esperan el delicado regreso de los suyos... Muchas casas a lo largo del año son desmayo de soledad. A días se mira el calendario con la misma sensibilidad que se miraría un fresco de la Capilla Sixtina. La grandeza de nuestros pensamientos es así; el anhelo le da poder a la mente llenándola de inconmensurable lucidez.

En Semana Santa no solo resucita Cristo. Todos, católicos y agnósticos resucitamos, cada uno de una manera. ¿Lo dudan? Resucita el hombre, que por circunstancias de la vida está alejado de los suyos, y durante unos días regresa. Resucita el abuelo que durante el año le planta cara a los sentimientos y los desnuda soñando con el Jueves Santo. Resucita la madre que no olvida que entre las aceitadas se esconde la pugna del tiempo para ver a sus hijos. Resucita el amigo que es respeto de penitencia, sí, el mismo que regresa cada año para desnudarse de amor y vestirse de cofrade.

Bueno, también resucita el empresario que se marcha unos días a Tailandia y a la vuelta fantasea con todos los ligues que le surgieron por el camino. Tenemos una tendencia innata a la crítica, pero creo, que de una manera u otra a todos nos gustan las tradiciones. Los que reniegan de la Semana Santa deberían pensar que su descanso forma parte del sentir de muchos cristianos, por lo tanto, es importante respetar. ¿Cuántos de los que no les gusta la Semana Santa han declinado sus vacaciones? Ah, claro, lo práctico es criticar, y lo hipócrita, es hacer uso de lo que se critica. Así es el lenguaje de las personas sin convicciones: palabras inclinadas a la polémica que al final se quedan en nada. Todo lo que precede a la acción se llama vivencia, en ella se oculta el constituyente de lo acabado e inacabado. Las tradiciones, creo, son los pormenores que mantienen el entusiasmo vivo y la mano que precisa ser agarrada cuando en los cobertizos de la vida se guarda nostalgia. El compromiso que tenemos con la vida es la entrega... Por lo tanto, no condenamos despiadadamente, aquello que nos hace vibrar. El mundo está obsesionado con las horas, es mejor aferrarse a los instantes. Es Semana Santa: disfrútenla, junto al Cristo del madero o junto a sus seres queridos. Efectivamente, las tradiciones son desnudas damas que cada persona las contempla a su manera...