Lo ocurrido en la madrileña residencia Los Nogales, con las ancianas vejadas y maltratadas, no se puede dejar pasar así como así porque hay sospechas fundadas de que no se trata de un caso aislado. Este desagradable y punible episodio debe poner sobre aviso a los servicios sociales de las distintas Administraciones, aunque es verdad que por mucho que se insista no hacen ni puñetero caso. Saben sobradamente dónde y quiénes pero no hacen nada por evitarlo. Parece ser que en el caso de esta residencia pesaban infinitas denuncias, los servicios sociales de la comunidad de Madrid avisaban de su visita y acabaron archivando todas las denuncias.

Ese es el grave error que cometen, aquí y en Madrid. Ponen sobre aviso a los responsables y cuando acuden a la residencia todo es miel sobre hojuelas. Ese no es el camino. Parece mentira que se trate de profesionales, no lo son tanto a tenor de sus torpes actuaciones. Hay cosas prohibidas que se están dejando pasar. Por ejemplo, en una carísima residencia de Zamora, lo primero que te encuentras al acceder a ella, en una columna del espacioso hall es una nota del centro hablando de la importancia y la necesidad de testar, de hacer testamento. Que coños importa a las residencias los bienes que tengan sus residenciados. ¡Por favor! Eso lo saben quiénes lo tienen que saber pero no hacen nada, lo que permite sospechar de posibles connivencias.

Vuelvo a la carga, porque tras visionar varias veces el video que se ha hecho público me he puesto en la piel de las ancianas y lo que es más importante, he pensado que una de ellas podría haber sido mi buena madre. Lo que he experimentado no ha sido nada grato. Eso de que les restregaran los pañales sucios por la cara. Que las dejaran desnudas de cintura para arriba, atadas a la silla de ruedas, mientras dejaban enrollada la ropa que les quitaban en el cuello y en la cara. Que les pinzaran la nariz. Que las llamaran "cabronas". Que las zarandearan en la silla. Que les pegaran manotazos. Que las flagelaran con la ropa sucia a modo de látigo. ¡Dios mío, cuántas barbaridades juntas! Ni en una película de terror estadounidense.

La Fiscalía procesará a las implicadas e inhabilitará a la directora del centro que cerró los ojos, como tantas otras. Pero esas delincuentes que creen que nuestros padres son bestias de carga, son animales, son piedras insensibles. Están percibiendo un sueldo, comiendo y viviendo gracias a la cuantiosa cantidad de dinero que mensualmente percibe el centro por tener allí a los ancianos. Porque esa es otra, pasan olímpicamente de si el anciano come y bebe para hidratarse. Luego, se dan los episodios que se dan que tiene que resolver la Sanidad Pública. Hay que acabar con este estado de cosas, con esta situación por la que atraviesan tantos de nuestros ancianos. Que los Servicios Sociales de cada administración se muevan, visiten los centros y no se dejen engañar. Y que nadie piense que cuanto más lujo, mejor están nuestros mayores. ¡Y un cuerno!

Ahora nos dicen que no se trata de un caso aislado. Que hay más denuncias que se han ido archivando porque los responsables de la Administración no han visto nada. O no han querido verlo. O, como avisan. Y porque, además, tienen a los ancianos amedrentados. Por favor. No estoy generalizando. Hay residencias modélicas. Bien es verdad que son las menos, por eso no se puede señalar a todas por igual. Lo que hay que hacer es combatir las malas prácticas que se dan en algunas de ellas y empezar por respetar a los ancianos allí asilados.