Se habla mucho de la España vacía. Es incluso un género literario que inauguró Sergio del Molino con, precisamente, "La España vacía". Gran libro. Desde entonces el género ha proliferado. La España vacía llena los anaqueles de las librerías. Te coges el coche, te adentras en lo que se ha dado en llamar Laponia y vas redactando tus impresiones, lo que ves, oyes, sientes. Lo que te sugiere ese paisaje finito que en un libro hay que llamar infinito. Esos terueles, sorias, guadalajaras. Esas zonas de Segovia, Palencia, Ávila, el sur de la Rioja, el interior de Galicia, parte de Extremadura, todo Aragón salvo Zaragoza (Zaragón). A la peña le ha dado por irse a vivir a las costas o a las grandes ciudades.

España es un Madrid cuyos barrios ya mismo van a llegar a Despeñaperros, siete u ocho grandes ciudades y pare usted de contar. Bueno, puede contar muertes en las aldeas. Nacimientos no. En Andalucía hay menos despoblamiento, entre otros factores, porque el antaño llamado PER ha anclado a la gente a sus municipios y les ha dado vida. El PER, que no es como siempre ha pensado y dicho cierta escuela de pensamiento cerril, rancia y ultraconservadora, un subsidio para mantener vagos que se emborrachan en la plaza del pueblo.

Es un sistema para dar trabajo que no se obtiene si no se trabaja antes. Y ese trabajo consiste en hacer, por ejemplo, obras de mejoras en el pueblo. Y ¿qué le pasa a un pueblo cuando la gente trabaja y se mejoran sus infraestructuras y servicios? Que no se despuebla. El clima también influye, claro. Hay gente a la que le dices Ávila y en vez de imaginarse la imponente y conmovedora muralla o los chuletones se imagina a sí mismo cagándose de frío. Y claro, se va a Benidorm o a Torremolinos. La España vacía reclama atención, se organiza y manifiesta y los políticos hacen promesas. Vacías.

Nadie quiere que su pueblo languidezca pero la contribución para esa revitalización es ir diez días en agosto y si acaso un puente. Si es que hay casa familiar en la que quedarse. La España cuqui de Instagram tiene solitarios a sus abuelos en casas ocres de parajes sin centro de salud, ni bancos, ni curas, ni farmacias. Con dos estaciones, el invierno y la del tren. O eso se decía antes, ahora la Renfe no vertebra España y prefiere vertebrar su cuenta de resultados. Es más fácil llegar a Nueva York que a Cebreros.

Tal vez el origen del problema sea el propósito consciente o no de mucha gente de no volver a donde bien te conocen. Donde no puedes fingir y te tienen calado. Saben quién eres.