Cuando los políticos no saben cómo gobernar, recurren al pasado para abrir heridas, ya que pueden dar mucho juego a la hora de conseguir votantes. No lo hacen por arreglar las cosas, sino para convencer a los ciudadanos de que son los elegidos para afrontar retos inexistentes, aunque muchos de ellos con anterioridad hayan desempeñado cargos y no hayan hecho nada, salvo vegetar para crearse un porvenir que no tenían. Estos falsos mesías, lo único que de verdad buscan es crear polémica, porque ya se sabe que, a río revuelto, ganancia de pescadores.

El criollo, es decir, el descendiente directamente de españoles, el actual presidente de México, López Obrador ha debido de parlamentar largo y tendido con su nueva mujer, historiadora, a la que ya ha colocado (casi todos los presidentes acaban pareciéndose) para que trabaje en su campo y pueda realizarse como persona.

Y a estas alturas de la historia, como no debe tener ningún problema serio que resolver en el país que preside, aunque se me ocurren algunos como corrupción, delincuencia, contaminación, desaparición de mujeres jóvenes muchas de ellas asesinadas y violadas en las fronteras, pobreza mordidas, y un largo etc. y cuando ya parecía haber pasado la fiebre del relato de ancestrales agravios de los españoles hacia su pueblo, suelta la noticia de que, en España, todos del rey abajo, le pidamos perdón por el desastre que acarreó la conquista de su país por Cortés, hace unos cuantos siglos. Ya ha llovido.

Creo que hubiera sido más fácil, leer (él o su señora la historiadora) la obra de un insigne pensador y cronista mejicano, Guillermo Tovar de Teresa, que lleva por título Pegaso o el mundo Barroco novohispano en el siglo XVII, donde profundiza y configura la esencia de la identidad del alma de los mejicanos en el citado siglo, tomando como excusa la figura de un caballo alado o Pegaso.

Ha sido este escritor uno de los hombres más cultos, preparados y divertidos que he conocido y que uno se pudiera imaginar. Simplemente les citaré algunos puntos de su biografía. Aprendió a leer antes de ir a la escuela, a los cinco años, devoró la biblioteca de su abuelo, recibió su primer premio a los siete, y a los 12 se convirtió en asesor de la Presidencia, recibió entonces de manos del presidente de su país una moneda de oro cuando le explicó la importancia del significado de una escultura de un caballo alado que se encontraba arrinconado en un almacén. Publicó el primero de sus 40 libros a los 19, silbaba completas las sonatas de Bach, óperas y zarzuelas, así como cualquier canción que se le propusiera, como "chiflador" consumado que era. Por si todo esto no bastara fue un memorioso portentoso. En su cabeza se contenían numerosos archivos y bibliotecas del mundo.

Desgraciadamente su prematura muerte, contaba 57 años, nos causó a todos sus amigos gran tristeza. Su propia casa en Méjico DF fue convertida en Museo por su familia, siendo inaugurado por Carlos Slim, al que le unía una profunda amistad.

Un día, cenando en su casa en México, me regaló el citado libro con una larga dedicatoria, que acaba así: "Con la admiración y el cariño de su compatriota espiritual (por criollo). Guillermo". Su lema, tomado de otro escritor novohispano, fue: De aquí hacia las estrellas.

¿Quién es Pegaso y que simboliza para los mejicanos?

A raíz de la conquista de México por Cortés, recordemos que la capital era una ciudad llena de canales de agua, este se retiró a vivir a Coyoacán porque la ciudad había quedado devastada y tras su desescombro y limpieza, escogió el lugar donde estaban las casas viejas de Moctezuma para construir un palacio para el nuevo gobierno y el nuevo estado. Esas casas fueron tomadas posteriormente por el virrey Antonio de Mendoza, enviado por el emperador Carlos V para formalizar el nuevo poder en el lugar. Debido a una inundación, fueron también abandonadas, y posteriormente en ellas se construyó la Casa de la Moneda.

A mediados del XVI el hijo de Cortés le vendió al virrey otros inmuebles del conquistador, las casas nuevas de Moctezuma y en ellas se construyó el Palacio de la Virreyes, el actual Palacio Nacional. Y en su patio, coronando una gran fuente sitúan la escultura alada el caballo Pegaso. El edificio sufrió numerosas remodelaciones a lo largo de su historia hasta convertirse en el actual Palacio.

Pegaso en el siglo de Oro español, no era simplemente una escultura, sino también un enigma a resolver. La gente de aquella época se preguntaba qué hacía allí un caballo alado, como símbolo de la tradición grecolatina, en vez del águila, su símbolo nacional. (¿Representaba un enfrentamiento entre los "griegos" y los nativos considerados bárbaros?)

Guillermo Tovar desvela entonces la esencia mejicana a través de tres grandes aspectos, el etimológico, el astrológico y el ontológico.

Etimológicamente, Pegaso es un animal mitológico, cuyo nombre tiene estrecha relación con el agua, pues significa manantial, porque según unos había nacido de las fuentes del océano, según otros, cuando Perseo cortó la cabeza de la Medusa, cuyos cabellos eran serpientes, el surgió de la sangre derramada.

Entre sus hazañas se sabe que le entregó su rayo a Zeus, el dios supremo del Olimpo. Después Poseidón le ordenó que diera una patada con uno de sus cascos al monte Helicón, que crecía y crecía, al oír el canto de las Musas. Él así lo hizo y de allí brotó la fuente del Caballo. Zeus lo acabó convirtiendo en una constelación. Una de las plumas de sus alas cayó sobre la ciudad de Tarso y entonces sus habitantes le pusieron su nombre.

Y Pegaso en el siglo de Oro español, también era un emblema. Es decir, una idea trasmitida por una imagen. ¿De qué idea se trataba? Todo esto coincidió con uno de los primeros levantamientos populares en Nueva España en 1624, debido al enfrentamiento entre el poder político y religioso, centrado en las diferencias entre el tirano Virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, y Don Juan Pérez de la Serna, que había sido canónigo de la catedral de Zamora y en ese momento era arzobispo de México, el cual se había granjeado la voluntad de criollos y de indios.

El virrey le había llamado la atención al obispo desde 1621 porque según decía, su comportamiento dejaba mucho que desear, él lo tachaba de corrupto y le prohibió aceptar regalos, que concediera anulaciones con facilidad o que bajase los altos precios de la carne de la carnicería de su propiedad. Su relación fue deteriorándose con el paso del tiempo, rompiéndose con motivo del juicio al alcalde Mayor de Metepec, Melchor Pérez, y a él mismo. Cuando fueron a apresarlo, el arzobispo se refugió en el convento de Santo Domingo y allí entraron los piquetes, a pesar de que se había acogido a la inmunidad eclesiástica, por lo que él excomulgó a jueces, escribanos y soldados.

Como el caso no se resolvía, Pérez de la Serna mandó tocar a entredicho general en los templos y mandó cerrarlos todos. Un día se hizo conducir en silla de manos al Palacio Virreinal e hizo que los clérigos recorrieran la ciudad a caballo insultando al virrey, tachándolo de hereje luterano. Se siguieron complicando los acontecimientos, que desembocaron el 15 de enero de 1624 en un motín o primera guerra civil, en donde la multitud, tanto de indios como de criollos, prendió fuego al Palacio del Virrey. Melchor Pérez fue absuelto y el arzobispo desterrado a su diócesis de Zamora, viviendo en dicha ciudad, en la actual calle del Troncoso, hasta su muerte. (También un zamorano, Jerónimo de Balbás, realizó el retablo mayor de la Catedral de la ciudad de Méjico en esta época).

El hecho de haber construido el nuevo Palacio sobre las ruinas del de Moctezuma, tenía un claro fin orientativo astrológico. El cosmógrafo real Henrico Martínez aseguró que la constelación de Pegaso pasaba por todos los puntos verticales de toda la ciudad de México y vista desde arriba, su centro coincidía con el patio principal donde se encontraba la fuente con el caballo. Se basó lo nuevo sobre lo antiguo para no perder la esencia, la ciudad azteca coincidía con la barroca y posteriormente con la neoclásica y con todas las demás. Demostró que su futuro empezaba ayer y que se unía así lo de arriba con lo de abajo.

Ontológicamente, demostró que México se gestó como nación ya en el siglo XVII, separándose de la metrópoli. Todo estuvo basado en un propósito común de convivencia entre los seres humanos y en un nuevo proyecto de civilización, hubo criollos y mestizos y a pesar de enfrentamientos dolorosos, fue así como fructificó el germen de la reconciliación que muchos intentan ahora corromper.