Desgraciadamente, Zamora forma parte de la España vaciada, de la España dejada de la mano de los políticos, de la España sufriente, de la España que hay que rescatar so pena de ver cómo, con el paso del tiempo, las tierras en otro tiempo fértiles se desertizan y pierden su antiguo verdor y el fantasma de la soledad se enseñorea de los pueblos. No sólo Soria, Avila o Teruel forman parte de esa España que clama al cielo porque clamar ante la clase política es tiempo perdido, Zamora está a la altura por debajo de cualquiera de ellas. Por supuesto que Teruel existe como existieron Isabel y Diego, sus famosos amantes, pero es que Zamora también existe y están empezando a darse cuenta ahora.

Hace unos cuantos meses, hablarle a un político de esta tierra de despoblación en Zamora, era hacerte con un enemigo innecesario. La despoblación ha sido para la mayoría de ejercientes de la res política, a izquierda y derecha, poco menos que tabú. Y se equivocaban. Como casi siempre. Son tercos, poseídos de sí mismos y poco dados a escuchar. Y cuando simulan que están escuchando, por un oído les entra y por otro les sale. El enfado de la España rural es mayúsculo. Tienen más razón que un santo. Venían advirtiendo sobre lo que está pasando sin que nadie escuchara su queja. Hasta que se ha llegado a este momento crucial. Parece no haber solución, pero la hay. Sólo que es necesaria voluntad política. Han tenido que ir a Madrid a manifestarse, para encontrar un hueco en los medios de información nacionales. Como el campo se cabree más de lo que está, ya podemos cerrar la despensa. La despoblación, la merma de servicios y la desinversión en el tren convencional han sido las tres piedras de toque de la España interior. Los tres ejes de los que sistemáticamente se han venido quejando sin que nadie haya hecho nada por evitarlo.

Lo que no entiendo es qué pintaban los políticos en esa especie de insurrección transversal, apartidista e intergeneracional, que apoyo con todas mis fuerzas. Estoy a tope con la Zamora rural, a la que siempre he defendido a capa y espada. De nada me ha servido advertir en distintos artículos del problema que se cernía sobre la Zamora interior, me han llamado de todo menos guapa. Ahora, cuando por fin la España vacía se ha puesto las pilas y le ha ido a cantar las cuarenta en bastos a la autoexccluyente clase política, ahora es cuando se empiezan a realizar ciertos planteamientos serios. Sólo que ahora, precisamente ahora, son electoralistas.

Hay que volver a escenificar una nueva sublevación pasado el periodo electoral. Y tener muy en cuenta lo que prometen y no cumplen aquellos políticos a los que se les llena la boca de promesas que son papel mojado. Si se les pudiera echar con viento fresco cada vez que incumplan su palabra, esto sería otra cosa. Lo malo es que hay que aguantarles un mínimo de cuatro años, con la cantidad de desventuras que pueden ocurrir en ese periodo de tiempo. Y eso cuando tienen voluntad de marcharse. Cuando pugnan por quedarse la cosa se complica para sus empleadores, que somos nosotros, los que votamos.

Las decisiones políticas para la España interior han venido siendo erróneas, y todo depende de las decisiones que en el Parlamento tomen unos señores y señoras que no tienen ni la más mínima idea, porque les importa un bledo, de lo que ocurre más allá de su escaño, de su casoplón o del coche oficial. El día en que se les obligue a ir en bicicleta y se reduzcan las prebendas, ese día le irá mucho mejor a la España vaciada.