Este domingo, las voces que casi nunca encuentran eco en el Congreso de los Diputados recorren la Castellana de Madrid para hacer evidente su existencia ante las puertas de la Cámara Baja: la convocatoria de la España vaciada espera reunir a cientos de miles de personas procedentes de las provincias que sufren las consecuencias de la despoblación y la falta de oportunidades, entre ellas Zamora.

Teniendo como final de recorrido, precisamente, el Congreso de los Diputados, no deja de resultar paradójico que, a la movilización, convocada desde plataformas civiles, se hayan sumado en masa partidos políticos de todas las ideologías. Paradójico que los mismos que han tenido y tienen responsabilidades de gobierno a nivel nacional, de comunidad autónoma, provincial o local, es decir, aquellos responsables de las políticas que no han sido capaces de combatir los problemas contra los que se protesta, realicen tamaño ejercicio de esquizofrenia, propia de los tiempos políticos que nos acompañan. No es la primera vez que eso se produce y esta vez se suman elementos que obligan a la movilización de los partidos que tienen a la vuelta de la esquina cuatro citas electorales de importancia máxima: las generales del 28 de abril y las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo.

A la disgregación del voto, debida a la proliferación de siglas, se suma una preocupación compartida de un lado a otro del espectro político: esas provincias que ponen en evidencia su descontento son las que pueden decidir la inclinación de la balanza en los mencionados comicios. Esa España rural, donde se eligen, en el caso del Congreso, entre cinco y tres diputados, como es el caso de Zamora, serán decisivas en la suma final. La distribución realizada por la Ley Electoral fue diseñada para un escenario bipartidista que ha saltado por los aires. De ahí la apelación al "voto útil" o la presencia de altos cargos en provincias por las que no han pisado en años. Nada nuevo.

El riesgo de politización de la protesta ha hecho poner el grito en el cielo a los convocantes. En el caso zamorano, la plataforma empresarial Zamora 10 que había acogido el respaldo, por ejemplo, de las organizaciones agrarias como representativas de los problemas del mundo rural, se ha apresurado a hacer un llamamiento para que los políticos que se sumen lo hagan sin hacer propaganda de sus "marcas" y como unos ciudadanos más. Más allá de lo ridículo que pueda resultar ver a representantes protestar contra sus propias decisiones, quizá haya que darle la vuelta a la situación y permitirles experimentar en primera fila el sentimiento de abandono que predomina entre quienes tienen el derecho de sufragio y lo ejercerán para que los elegidos mediante el sistema democrático defiendan esta parte del territorio que teme su desaparición.

Tal vez esas voces que resonarán ente los rascacielos de la gran capital, destino de muchos de los paisanos exiliados en busca de un puesto de trabajo, se alcen lo suficiente como para explicitar una realidad que, a veces, corre peligro de diluirse en la dinámica de despachos y de intereses partidistas.

La presencia de partidos no debe restar un ápice a la trascendencia de la convocatoria. Porque la protesta apela a soluciones para problemas que afectan ya al 70% del territorio nacional, así de mal distribuido se encuentra el desarrollo social y económico de España. Y esas soluciones se tienen que adoptar desde el marco legislativo contemplado por la Constitución. Ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, Congreso, Senado y también Parlamento Europeo conforman las instituciones que deben ponerse al frente para corregir una sangría demográfica que tendrá consecuencias no sólo para las provincias que se ven ahora directamente implicadas. Si la España rural desaparece, la urbana también pagará las consecuencias porque resulta inconcebible un país semi desierto y exclusivamente urbanita. La agricultura y la ganadería deben modernizarse, los servicios como el turismo deben abrirse a nuevas alternativas de sostenibilidad. El mundo rural y el ecosistema en el que habitan todos los hombres, ya vivan en ciudad o en los pueblos, forman un todo indisoluble. La interconexión es evidente y deben facilitarse herramientas para ampliarla, desde infraestructuras terrestres a Internet. Existen, pues, argumentos suficientes, más allá de un puñado de votos por trascendente que resulte para unos y otros partidos políticos, como para prestar atención y ponerse a trabajar en la dirección adecuada al día siguiente de tener el mandato del pueblo que los señala como directores del destino de cada una de las provincias que hoy se concentran en Madrid.