La fantasía nos proporciona una cadena ininterrumpida de sugerencias. Aunque la mayoría de las veces enlaza la vida con el color de una quimera. Sí, el negro prolongando que no admite matices grises. Cuántas fantasías privan al ser humano de la razón... Muchas veces, para alentar los ánimos, nos imaginamos cosas que no existen. Ya, el panorama psicológico es extenso y variado. La razón ignora su paradero cuando se trata de sostener una fantasía. Y además, la mayoría de las veces, la comprensión se queda corta. Qué carrera la de la fantasía que en ambientes contrarios ve certezas...

No, no podemos obtener respuestas de algo que solo existe en nuestra cabeza. En el deseo de poseer lo mismo nos imaginamos un coche, un amor e incluso una casa en la Italia más bohemia. La fantasía y la ilusión son dos descaradas damas que siempre preparan viaje a ninguna parte. Además, ambas, suelen llevar un espléndido equipaje. En sus maletas está la ocasión embrujada con fecha de caducidad antes de ser vivida.

¡Mira que somos fantasmas! En el detalle de nuestras conversaciones se ve palidecer la angustia del quiero y no puedo. Ahora, con las redes sociales, podemos ver el desequilibrio de lo que somos y de lo que tratamos de aparentar. En el interior de todas las casas cuecen habas, y la fantasía a pesar de recrearse en el quiero, tiene una síntesis de corto recorrido. Qué de personas se privan de lo más básico por aparentar... Cada cabeza tiene lo suyo, por supuesto, pero fundamentar la vida en fantasías es anular el temperamento auténtico del hombre. La realidad tiene un valor intangible: con lo sombrío y lo claro. En la variedad de las vivencias está el reto de vivir, el mismo que a diario se somete al esfuerzo y la decisión. ¿Para qué darle aspecto de fantasía?

Los rostros, lo nuestros, tienen el valor real de la mirada. La expresión ejecuta de forma sencilla nuestros estados de ánimo. En la inquietud de la fantasía la sonrisa no es de gran precisión; en ella se observa aquello que dijo la Pantoja "dientes, dientes". Lo siento, no he encontrado ejemplo más cutre (sonrío). A veces, lo más simple, nos arroja contra la idea.

La espontaneidad, jamás, necesita de la fantasía. Con ser ella misma le basta. Ojalá aceptemos nuestro retrato original, y dejemos de anhelar ser copias. La vida se inmoviliza por dos razones: querer ser y querer imitar. Por naturaleza ya cometemos demasiados errores... No caigamos en la controversia de ser unos fantasmas. Por supuesto, mis reflexiones son opiniones subjetivas, la verdad absoluta no es patrimonio de nadie.