A finales del mes de febrero fue publicada una noticia en la que se decía que el presidente Sánchez había sido increpado en un pueblo de Francia, por un grupo de independentistas catalanes, cuando se disponía a pronunciar unas palabras de desagravio, en el lugar que, en su día, fue campo de refugiados españoles durante la Guerra Civil, como recuerdo y reconocimiento a aquellos compatriotas que salieron de España con lo puesto, huyendo de la barbarie, por el mero hecho de pensar de otra manera.

Cierto es que esta noticia no ha sentado nada bien entre quienes han tenido la oportunidad de hablar con algunos de los que participaron en la Guerra Civil Española, o de quienes la sufrieron siendo protagonistas pasivos, o de quienes han leído un poco de historia. Pero al tratarse de un escrache al presidente del Gobierno, pues no le dieron demasiada importancia, pues ya se sabe que esas cosas, y otras de mayor calado, forman parte del sueldo que cobran los políticos.

Pero héteme aquí que una consagrada escritora, como Almudena Grandes, estaba allí cuando ocurrió aquel desafortunado suceso, y hace unos días lo ha contado en la columna que publica semanalmente en el extra de un conocido periódico de difusión nacional. Y viene a resultar que los protagonistas del escrache al presidente trataron también de boicotear los actos previstos en las tumbas del escritor Antonio Machado y del presidente de la II Republica Manuel Azaña. En ese ardoroso empeño "democrático" de no dejar que los demás puedan expresarse, ni manifestar libremente sus ideas, los "demócratas" independentistas llamaron "fascista" varias veces al ilustre nonagenario Nicolás Sánchez Albornoz, historiador y profesor universitario (Hijo de Don Claudio) - que también asistía a esos actos, quien, por su conocida militancia antifranquista, fue "premiado" en 1947, con trabajos forzados en las obras de construcción del Valle de los Caídos, y de donde consiguió escapar a Argentina para regresar a España una vez fallecido Franco. Una historia de película la del historiador, como así lo entendió Fernando Colomo cuando en 1988 hizo aquella película de "Los años bárbaros".

"Estaba previsto que guardáramos un minuto de silencio ante la tumba del poeta, pero no lo logramos. Nos lo robaron" dice Almudena Grandes "porque grupos de independentistas gritaban, coreaban eslóganes y se acompañaban de silbatos". Unas actuaciones, como se ve, propias de "demócratas" que siguen las instrucciones de su president Torras: "vosotros seguir insistiendo" fue el mensaje que se vio en televisión cuando el president se dirigía a los ADR para que siguieran quemando cubos y poniendo barricadas en las autopistas. Así que nada puede llegar a extrañar de un individuo que en sus escritos comulga con determinados tintes nazis, como cuando dijo aquello de que los españoles éramos víboras, hienas, bestias con forma humana que destilan un odio perturbado, y nauseabundo, o cuando decía que los catalanes eran una raza superior. No es de extrañar que la escritora dijera "Cuando salimos del cementerio de Colliure andando deprisa, como si huyéramos otra vez, después de 80 años, esta vez de gritos e insultos inesperados, Nicolás Sánchez Albornoz se colgó de mi brazo, o tal vez yo del suyo"

Tuvieron oportunidad de rectificar o de pedir disculpas los independentistas días después en el Congreso de los Diputados, pero el chico de la impresora y su jefe dijeron que ellos no sabían quién había dado esas instrucciones, aunque las banderas que allí ondeaban, además de la de la estrella, eran las de ERC, las de su partido.

Días después, llegó a Madrid el president Torra y unos cuantos miles de seguidores. Y los "antidemócratas" madrileños les cedieron La Cibeles, el corazón de la ciudad, y respetaron su rocambolesco desfile, dándoles facilidades para que expresaran libremente sus reivindicaciones, aunque chocaran frontalmente con las suyas. Y no hubo ningún altercado, ni ninguna contramanifestación, ni silbidos, ni un solo incidente. Tampoco hubo nadie que les recordara que algunos de los que allí se manifestaban, no hacía tanto tiempo les habían insultado gravemente llamándoles sinvergüenzas, aniquiladores y fascistas.

Es lo que tienen las noticias, que cuando están contadas en términos periodísticos dicen cuántas banderas hay y cuáles son los principales protagonistas, pero cuando las cuenta una escritora añade algo tan sutil como la presencia de un señor de 93 años que fue injuriado y abucheado por un grupo de indocumentados energúmenos. Y eso ha servido de revulsivo para que cayéramos en la cuenta que un grupo de españoles no pudieron rendir el homenaje que se merecía un escritor como Machado y unos exiliados españoles que vivieron infelices días en aquel lugar de Francia.