La democracia social, socialismo o progresismo bienpensante no menos que inquisitorial y dogmático, se ocupa de todos y todo. Se ocupa de los pobres, los inmigrados, los refugiados, los explotados?. Se ocupa y preocupa de los océanos, de la Amazonia, de los polos, de los plásticos y ecologías varias.

Son sus cosas y sus causas, inmejorable excusa para la algarada y una descarada propaganda. Pero de quien nadie se ocupa y menos aún preocupa es del ciudadano común, ajeno a causas y evangelios solidarios.

Pues la democracia social poco o nada se ocupa de quien, pongamos por caso, se enfrenta armado a un ladrón, quizá violador o asesino, cuando asalta en manada su hogar a altas horas de la noche con hijos y familia dentro, todos descansando en paz para continuar a la mañana siguiente con la vida diaria. Fundamentalmente trabajo honrado, unido al colegio de los niños, algo de ocio y la esperanza en un futuro mejor. Mas también para cumplir sus obligaciones cívicas, contribuyendo con su esfuerzo e impuestos al bienestar de todos.

A ese ciudadano, que bien puede ser cualquiera de la mayoría silenciosa y pagadora, la actual democracia, con su inmenso aparato burocrático al servicio de la cosa y la causa social, lo que le reserva es un calvario, qué digo, un infierno legal, judicial e incluso carcelario, simplemente por intentar como haría cualquier hijo de vecino y persona de bien defender la seguridad de su familia, en el sagrado e inviolable espacio de su hogar.

De ese ciudadano normal, común, honrado trabajador y contribuyente, el sistema que padecemos, profundamente contaminado e ideologizado además de ineficaz, se acuerda sólo para exigir y exigir impuestos, tasas, tributos, contribuciones y lo que se tercie. Todo muy social, moderno y progresista. Y como guinda en esa línea, además la posibilidad de una condena a veinte años de cárcel.

¡Que no hombre, que no! Lo progresista y solidario es que el facineroso salve con un añito para no pisar la trena y volver pronto a las andadas, mientras, al ciudadano honrado, poco menos que confiscación y garrote. ¿Es esto democracia, justicia, seguridad y, ante todo, futuro para nuestros hijos y nietos? ¿Para esto vale el voto, valen las elecciones?

Las clases medias, activas y propietarias, deben ir pensando de una vez en cosas y causas verdaderamente propias.