Creo que hay que entender a Torra. Puigdemont lo puso ahí de vicario, como él mismo aclaró, y a la hora de buscar un vicario (salvo si es alguien joven para heredarte, y no es el caso), tratas de que el que te guarde la silla reúna tres condiciones: que esté dispuesto a llevar la lealtad hasta la obediencia ciega (también llamada perruna), que se preste a rendirte pleitesía a cada tanto y, como premisa de lo anterior, que no sea muy despierto. Torra cumplía y sigue cumpliendo a la perfección ese papel. Aunque haya logrado en poco tiempo sumir a la Generalitat en el descrédito, en la guerra vale todo, y para él y para su jefe estamos en guerra (sin violencia, claro). Los españolistas ultras se frotan las manos teniendo enfrente a Torra, pero ese es un daño colateral. Los que más lo sufren son los presos, al ver como, en pleno juicio, Torra se mataba de la risa cabreando a los jueces.