Cuando concluyan las turbadoras y convulsas ocurrencias políticas, y cese el ruido que provocan de desasosiego e intranquilizan en el conjunto de los ciudadanos; cuando en nuestro país predomine la sensatez y la serenidad, y los sucesivos y acelerados acontecimientos electorales faciliten el paso a un horizonte político e institucional normalizado y sereno, tendremos que comprometernos para volver a la política útil para la ciudadanía. Es decir, hacer política autentica, política de Estado de medio y largo plazo, esa que tanto desagrada a la derecha y a determinados sectores y grupos de intereses seudoeconómicos. Esa política que es rechazada por quienes tienen como lema el antiguo e infausto aforismo de que: "cuanto peor mejor".

En la medida que se producen determinados acontecimientos, en relación con la aparición y conformación de algunas formaciones y partidos políticos, cada día que pasa y se acercan las numerosas elecciones, se está provocando inquietud, desconcierto y cierta frustración, por no decir melancolía, sino fuera, como dice Norberto Bobbio que: "El pesimismo no es una filosofía sino un estado de ánimo". A pesar de todo ese ruido incómodo, conviene que nos enfrentemos seriamente a las situaciones que afectan y preocupan a la inmensa mayoría de los ciudadanos.

En España, aunque se haya producido un indudable avance en los últimos 40 años de democracia, hay que reconocer que tenemos aún graves problemas sin resolver. Uno de los más importantes es la desigualdad. Esta desigualdad se produce entre las generaciones, por la dificultad que tienen muchos jóvenes para emanciparse; también en relación con la desigualdad de género, en relación con las diferentes oportunidades entre las mujeres y los hombres. Indudablemente también la desigualdades vergonzosa en los aspectos sociales y por lo tanto económicos.

Es cierto que muchos de estos y otros problemas, son infinitamente más execrables en otros países, precisamente por esas insoportables desigualdades. Reconociendo estas y otras graves realidades en el mundo, y después de más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre los países, se elaboraron los llamados (17) Objetivos de la Agenda 2030 en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Dicha Agenda implica un compromiso común y universal, aunque cada país se enfrenta a retos específicos. Los Estados miembros aprobaron una resolución en la que reconocen que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y afirman que sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible. Y digo yo: ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.

"Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales".

Así lo señalaron y se comprometieron los Estados en dicha resolución. Además de poner fin a la pobreza en el mundo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible incluyen, entre otros propósitos: erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria: garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía: promover el crecimiento económico sostenido; promover la paz y facilitar el camino a la justicia. Así mismo: adoptar medidas urgentes contra el cambio climático.

Para ser consecuentes con la responsabilidad de afrontar todos estos problemas nacionales e internacionales y en relación con la recuperación de la política útil para el conjunto de los ciudadanos, es necesario recobrar la tolerancia, el respeto, la moderación, el sentido común y desterrar la crispación tan inútil como ineficaz. España necesita seguir avanzando, no dar pasos hacia atrás.

Frente a la España de la confrontación, de la obstrucción permanente, de la ocurrencia y la crispación, nuestro país necesita seguir creciendo, creando empleo de calidad, redistribuir la riqueza, consolidando lo que hemos conseguido en estos últimos 40 años; también ampliando esos derechos y esas libertades, fortaleciendo la cohesión territorial y social. Será como mejor defendemos la unidad de España, de la misma manera será como mejor contribuiremos en la cooperación de un mundo más humano, más justo y más solidario.