Eso les ha pasado por malos? La primera escena del Evangelio de hoy tiene una reminiscencia de la Doctrina de la Retribución del Antiguo Testamento. Esta forma de entender la relación con Dios, afirmaba que la enfermedad o las calamidades sobrevenían a causa del pecado, eran el castigo merecido por la ruptura del pacto con el Dios de la Alianza. Es muy probable que quienes conversan con Jesús piensen de esa manera y crean que, detrás del hecho de los galileos masacrados por Pilato o de los aplastados por el derrumbamiento de la torre de Siloé, está su pecado. Jesús se opone y subraya con fuerza que todos deben convertirse.

Con la parábola de la higuera que no produce fruto y a la que se le da una última oportunidad, Jesús confirma su advertencia. El hecho de que a la higuera se le conceda todavía un año, en otras palabras, el hecho de que podamos continuar viviendo, significa una última oportunidad que debe ser aprovechada para la conversión y para dar buenos frutos.

La higuera estéril se convierte en referencia de la vida estéril, riesgo que nos amenaza a todos. Reducimos la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar, divertirnos, etc. Sustituimos los valores por intereses que nos ayudan a "ir tirando". Vivir de una manera estéril significa no entrar en el proceso creador de Dios que nos llama a un amor creativo y una entrega generosa.

Tres actitudes nos pueden ayudar en este camino de conversión y hacer que nuestra vida de cristianos no sea estéril. En primer lugar, saber mirar la realidad sin prejuicios ni intereses. Después, una empatía compasiva, como Jesús nos enseña, que nos lleve a defender a las víctimas, excluidos y necesitados de nuestro mundo y a solidarizarnos con su sufrimiento. Por último, un esfuerzo sostenido por crear un estilo de vida alternativo basado en el seguimiento de Jesús.

Estamos casi en el ecuador de la Cuaresma. Es el tiempo propicio para apartarnos de la arrogancia que nos hace creer que los demás son los que necesitan cambiar para que no les vaya mal. Es el tiempo propicio para reconocer que todos, yo también, necesitamos cambiar. Es el tiempo propicio de reconocer los reparos que tenemos y de acoger con ilusión la nueva oportunidad que Dios nos da: "Señor, déjala todavía este año".