Ya somos varios cientos los zamoranos que, unidos a otras 160.000 personas de toda España, hemos quedado impactados con la historia del mayor influencer de todos los tiempos: Cristo que sigue vivo. Toño Casado, salmantino y sacerdote en Madrid, decidió un buen día escribir 33 con la intención de compartir con todos el gran tesoro que descubrió cuando era niño. No fue la lotería de Navidad, como él mismo explica, sino el mismo Jesús quien le hace feliz y le impulsa a ser mejor, a pesar de sus defectos; quien le lanza a ayudar a los demás y a seguir adelante. Al salir de este gran musical todos coincidimos en afirmar que se trata de un espectáculo que rebosa fe, amor y profesionalidad; una experiencia imborrable en la mente y en el corazón de quienes lo hemos disfrutado.

No vamos a ocultar que no faltan nuevos "sanedrines" que se rasgan alguna que otra vestidura por una determinada frase, crítica o carencia de lo más comprensible en algo que no pretende ser un Tratado de perfecta Cristología sino un medio eficaz de evangelización. Les aseguro que consigue hacer esa siembra del Evangelio en el corazón de los espectadores. Muy nocivo no puede ser, ni para la fe de los católicos ni para los no creyentes, cuando ya el mismo Papa Francisco ha pedido a su director que lo exporte a Latinoamérica y, traduciéndolo al inglés, que también lo lleve por Europa.

Recomiendo a los lectores que acudan a ver esta vida de Jesús llevada al escenario en una súper producción al fiel estilo Broadway de Nueva York. El próximo mes de abril será el último para poder acudir a 33 El Musical, al menos aquí, en España. Les aseguro que ni el más ateo quedará impasible durante esas casi tres horas en las que, a través de la música, se transmite un importante mensaje de amor y fraternidad. Todo contribuye a ese objetivo: la puesta en escena, la dramatización, la coreografía, las voces de esa treintena de profesionales, la orquesta sinfónica; el magnífico equipo creativo que ha cuidado milimétricamente cada detalle de iluminación, vestuario y sonido. Las mismas fragancias que se difunden, intensas y misteriosas, que nos transportan a la ciudad de Jerusalén; al templo, mediante otros efluvios de los cedros del Líbano, uno de los grandes lujos de aquella época, que revestía los artesonados de dicho templo; el olor del incienso de Arabia que allí también se quemaba; las fragancias de olivo que rememoran el conocido Monte de los Olivos. Todo ello en el teatro efímero más grande e innovador que jamás se haya construido en España: una carpa abovedada y calefactada de 2100 m2 y 20 m de altura, dentro de un recinto de 7000 m2, situado en Ifema (Feria de Madrid), mayor que el S. Bernabéu.