Un fanatismo más, entre los muchos de una izquierda radicalizada y extrema. Por descontado, los animales merecen un trato benévolo, compasivo y humano en la amplia acepción del término. Humano en tanto la crueldad, el exceso, la brutalidad con ellos a quien degrada es al hombre mismo, animal racional según los clásicos.

Es por eso que, en nuestra cultura, la crueldad hacia el animal ha sido objeto siempre de reprensión cívica, social y moral. Porque el trato inhumano con la bestia esclava del instinto, a quien embrutece es al hombre en cuanto criatura superior, moral y racional. El animal merece una conducta, un trato adecuado a la condición que, precisamente a nosotros, nos eleva por encima del instinto y el puro animalismo.

No estoy seguro que merezcan tal consideración, en lo intelectual, seres supuestamente racionales, porque ellos en teoría sí lo son, a quienes en sentido figurado y familiar (nº 4) el Diccionario de nuestra RAE define como "zoquetes", o personas "tardas en comprender".

Precisamente en sentido familiar y figurado, algo parecido podría ocurrir con aquellos que se empeñan en convertir en sujetos de derecho a bestias, a brutos que jamás podrán ser titulares de derecho alguno, sencillamente porque en su condición primaria, instintiva e irracional, jamás serán responsables de un acto, una conducta punible sujeta a razón y, consecuentemente, a la ley.

¿O es que a alguien se le ocurre hacer responsable a una bestia, un bruto, un animal, hoy incluso una mascota, que no ya mastín con collar de púas, del daño causado a cualquier semejante?

Como es natural, lógico y racional, el responsable del daño causado por una bestia, un animal o incluso una mascota olisqueante y sucia, será siempre el dueño humano, aunque, visto lo visto, quizá sea mucho pedir en algunos casos.

En fin, una progresía de salón que jamás pisó el campo, que nunca supo nada de nuestro medio rural ni de una naturaleza que, como rebaño urbanita, le es completamente ajena, pretende arrebatarnos costumbres, tradición y cultura. También la caza, entre otras cosas quizá mucho más importantes. Probablemente la libertad.

¿No habrá llegado de una vez la hora del sentido común, diciendo ¡basta! ante semejantes dislates, ante semejantes dogmatismos?