En los seis años que duró el Gobierno de Rajoy (20-12-2011 a 01-06-2018) fue un lapso de tiempo políticamente indefinible. Siempre estuvimos al borde del caos y la incertidumbre, cada vez que el presidente hacía alguna declaración en los medios de comunicación o intervenía en el Parlamento lo que hacía era añadir más confusión a la política, tanto nacional como internacional. Desde la caída de su Gobierno el PP diseñó una estrategia de oposición con el único objeto de derribar al Gobierno socialista. Sansón derribando la columna del templo con todos dentro, y eso lo exhiben como mérito.

Cuando se aprobaron las leyes de recortes que afectaron a las clases más desfavorecidas de la sociedad, las ayudas a la dependencia, el céntimo sanitario y la subida de las pensiones un 0´25%, lo que suponía el triunfo global del capitalismo, nos negamos a ver que lo que estaba amenazado era la democracia. La supremacía del capital sobre todas las capas sociales, incluso por encima de los Gobiernos. El comunista chino puso en práctica una campaña para asegurarse la impunidad de las políticas de aumento desmesurado de beneficios de las multinacionales.

De entrada se llevaron por delante la socialdemocracia en varios países europeos lo que haría que Karl Marx se revolviera en su tumba, pero de manera inquietante se puso en marcha el capitalismo globalizado que arruinó a millones de pequeñas empresas y ha hecho que un porcentaje muy elevado de trabajadores con jornadas desmesuradas sean más pobres que cuando trabajaban menos horas y tenían mejores prestaciones sociales.

Estos planes que los Gobiernos de derechas llaman "desarrollo", en otro tiempo en el que las tecnologías no permitían la puesta en práctica de forma tan apresurada hubiese tardado veinte años e aplicarse plenamente, ahora se ha realizado en un tiempo récord de cinco o seis años. El fenómeno del capitalismo ha sido posible por el corporativismo puesto en marcha por numerosas partes interesadas. En opinión de algunos politólogos modernos "es un sistema económico en el que el capital privado dispone de una relativa libertad para innovar e invertir sin permiso del Estado, sin la luz verde de comunidades y regiones de trabajadores y de otros actores sociales".

Cuando el presidente Rajoy trataba de explicar estos temas sus discursos parecían un acertijo dentro de un enigma metido en un laberinto, ni siquiera cuando aplicó el 155 en Cataluña supimos cuál era el último fin. Claro que después de la explicación que dio la secretaria general de su partido, María Dolores Cospedal, del salario en diferido que le pagaban al tesorero Bárcenas, hasta puede parecer literatura para "viejos cebolletas".

Crecer sin repartir e institucionalizar las desigualdades sociales es una característica de las dictaduras y ello ocurre, entre otras razones, porque en las dictaduras están prohibidos los sindicatos de clase, ahora este fenómeno está ocurriendo ya en las democracias más avanzadas de nuestro entorno debido a la debilidad de los sindicatos que han visto como el número de sus afiliados ha disminuido en los últimos años. En el caso de España este hecho ha sido coincidente con la aprobación de la Ley de Reforma Laboral de la primera parte del sexenio de Rajoy.

El próximo Gobierno que salga de las urnas tiene una buena tarea por delante para revertir la situación.