Pese a que el Estado, bajo la excusa de lo social, fondo de saco donde hallan acomodo pobres, marginados, desahuciados, inmigrados, etcétera, etcétera y etcétera, amplía los tentáculos de su burocracia para controlar e ingresar, haciendo que ayuda y soluciona la vida a los ciudadanos, asistimos a un profundo hastío, a un acusado malestar y a una no menos justificada desafección de la política.

Hoy, la democracia, mejor socialburocracia, se halla en crisis y sumida en profundo descrédito. Quizá bajo la prebenda, bajo la condición de pensionado o paniaguado de toda clase y condición, anide cierta razón, cierta dosis de sentido común, que a cualquiera le hace ver que el mal llamado Estado del bienestar no hay forma de sostenerlo mientras un tercio de la población mantiene con su trabajo diario, sus negocios y pequeñas empresas, a otros dos tercios improductivos y generosamente subsidiados. De aquí y de fuera, venidos a miles, a decenas de miles.

Las clases medias españolas, trabajadoras y propietarias, demandan otras fórmulas, otras soluciones que garanticen la paz, la seguridad y prosperidad de sus hijos y nietos, o sea, la de nuestras generaciones futuras.

Necesitan, en fin, movimientos organizados, frentes cívicos que hagan valer intereses, creencias, valores y principios dignos de ser defendidos.

Por cierto, de qué le ha valido a tantas y tantas familias españolas de clase media, con grandes esfuerzos y no menos falsas esperanzas, mandar a sus hijos a la Universidad, para condenarlos con treinta años al paro o, en el mejor de los casos, a mendigar en suelo extraño sueldos de miseria que no les permiten siquiera adquirir un humilde piso, crear una familia y tener un mínimo horizonte vital.

¿O es que el futuro de nuestros hijos y nietos pasa por convertirse en míseros paniaguados, gracias a la limosna de unos pocos cientos de euros repartidos por un Estado recaudador, controlador y omnipresente?

Porque, si no acuerdas, si se te ocurre disentir del aparato burocrático, ni siquiera te darán la limosna miserable e indigna de unos cientos de euros, ingresados, dicho sea de paso, de las clases activas y propietarias.

Las clases medias españolas necesitan ya, aquí y ahora, algo más, algo distinto de la socialburocracia y partitocracia dominantes.