Este domingo, 17 de marzo de 2019, se celebró el Día del Seminario. Decidí ponerme a buscar en las páginas de Internet lo que se decía ante tal acontecimiento y, curiosamente, me encontré con tres cosas que quiero compartir.

Por un lado, "Cuanto más consciente y responsable es un laico y cuanto más y mejor se entrega al servicio de la Comunidad, más vivamente siente la necesidad del sacerdote. Quiero decir que no hay antagonismos ni posible sustitución de los unos por los otros. Un laicado consciente de su responsabilidad eclesial promoverá las vocaciones sacerdotales".

Por otro, "Creo percibir un desinterés o una falta de sensibilidad en nuestra Diócesis por los problemas del Seminario. Empezamos a notar ya, agudamente, la penuria de sacerdotes en nuestras propias tierras. Al paso que vamos, pronto tendremos que abandonar campos y sectores de la pastoral por falta de ministros".

Y por último, "A todos vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, me dirijo apelando a vuestra condición de miembros de la comunidad diocesana, porque el Seminario es y tiene que ser obra de toda la comunidad, ilusión y esperanza para todos los que unidos en familia creemos en Cristo Jesús".

No sé si alguien ha sido ya capaz de desvelar de quién son estas palabras o cuándo han sido escritas. Lo cierto es que para mí son palabras bastante comunes entre nosotros, los que usamos sotana, clériman o ni una cosa ni la otra, o los que están más cerca del seminario, más lejos o dentro de él.

Tres aspectos, como las tres tiendas con las que, en lo alto del Tabor, Pedro quería honrar a Jesús ante tan magno esplendor. Jesús oraba, su rostro se transfiguró, Moisés y Elías comunican la Pasión de Jesús. Mientras tanto, los tres amigos íntimos de Jesús se caen de sueño y al espabilarse lo que se les ocurre es querer dejar allí el mejor anuncio de la Salvación encerrándolo en sus chozas.

Tal vez a nosotros nos esté pasando lo mismo y pensemos que las vocaciones sacerdotales son cosas o gloria de otros tiempos, que no nos demos cuenta de que estamos medio dormidos, que incluso hemos encerrado la gloria de Dios en nuestra propia choza o que decimos lo mismo que don Eduardo Poveda, obispo de Zamora, con motivo del Día del Seminario en los años 1977-78-79 (autor de las palabras con las que comenzaba)

Puede que haya llegado el momento de decir menos y escuchar más, salir afuera, mirar, contar y creer con confianza en Dios como Abraham. Tengamos en cuenta y pensemos que si el Seminario es misión de todos, del primero es de Dios, que ora en nosotros, se muestra como es a nuestro lado, y nos descubre el camino con los hermanos. Es tiempo de que todos juntos bajemos del monte y oigamos a Dios en el corazón: "Buscad mi rostro" (Sal 26) o con palabras de Melendi: "Mírame, soy el mismo hombre del que te enamoraste".