El nivel de exposición mediática de los políticos es muy alto. Prácticamente son grabados, rodados y fotografiados desde que ponen un pie en la calle hasta que regresan a casa. Tanto ellos como sus asesores lo saben. Esta hiper-exposición les obliga a estar permanentemente en guardia, para no incurrir en descuidos que queden inmortalizados por alguna indiscreta cámara o grabadora. No obstante, a pesar de tanta precaución, siguen cometiendo deslices. Los últimos meses nos han regalado varios ejemplos de errores muy significativos en materia de comunicación política. Voy a destacar tres.

El primer descuido se produjo en Bélgica. Hay que felicitar al cámara que el pasado diciembre rodó en Bruselas una de las escenas políticas más llamativas (y visionadas) de los últimos años. Se trata de un travelling perfecto de acercamiento a dos personas y de alejamiento de las mismas, en apenas quince segundos (rodado mientras el personal de seguridad está echando de la sala al profesional que filma ese plano-secuencia, más propio de una película de Scorsese que de unos totales para la televisión).

Esas dos personas son la primera ministra británica, Theresa May y el presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, durante el último (y tenso) Consejo europeo, que tuvo lugar el pasado 14 de diciembre en la capital de Bélgica. En las imágenes se observa cómo la premier británica se acerca, vigorosamente, a Juncker para preguntarle si le ha llamado públicamente "nebulosa". May porta un gesto adusto. Y la reacción del presidente, con un lenguaje no verbal a la defensiva y con una actitud dubitativa, es confusa. El audio es captado con total nitidez por el micrófono de la cámara dada su proximidad.

Juncker niega en ese momento que usara esa expresión para definir a la primera ministra, pero la discusión continúa de manera tensa hasta que se acerca el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, para interrumpir la conversación y calmar la situación. Todo ello nítidamente grabado por el reportero mientras se aleja de la escena cámara en mano.

De nada de esto hubiéramos sido testigos si no hubiera sido por el descuido de ambos mandatarios al iniciar una conversación de ese calibre cuando aún los cámaras estaban haciendo su trabajo dentro de la sala de reuniones.

Es una anécdota, sin mayor trascendencia, por supuesto. Pero una anécdota que ha quedado grabada para la posteridad y que da cuenta de las grandes tensiones que la gestión del Brexit (el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea) está trayendo consigo.

La lección es clara: si no quieres que tus conversaciones o gestos trasciendan públicamente, cerciórate de que no hay ni cámaras ni micrófonos a tu alrededor.

El segundo descuido también sucedió en Bélgica. Olly Robbins, jefe negociador del gobierno británico para el Brexit, en una conversación de bar, dejó al descubierto el pasado mes de febrero los planes de Theresa May: "o el Parlamento apoya el plan presentado por la primera ministra o respalda un largo aplazamiento de la aplicación del proceso de salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido". Ese fue el mensaje que Robbins trasladó a varios colegas en la barra del bar de un hotel de Bruselas, sin percatarse de que a su lado estaba tomando una copa, de forma inopinada, el corresponsal de la cadena de televisión ITV News, que escuchó sibilinamente las palabras de la conversación.

Robbins habló imprudentemente, con voz demasiado alta, sobre un asunto de extrema sensibilidad (y de alta confidencialidad) en un lugar claramente inadecuado (un bar con otros clientes alrededor). Robbins, según el periodista que lo escuchó, afirmó a sus colegas que "probablemente nos darán una prórroga", algo que contrastaba con la posición mantenida por la primera ministra británica, quien siempre sostuvo que el Reino Unido abandonaría la Unión Europea en la fecha prevista: el 29 de marzo, descartando negociar cualquier aplazamiento de la salida de la UE.

Fue un error de bulto, casi de principiante, que trae consigo un corolario: nunca trates temas delicados o confidenciales en lugares públicos, donde haya otras personas que puedan escucharte.

El tercer descuido ocurrió en Estados Unidos. En una libreta amarilla que el consejero de Seguridad Nacional norteamericano llevaba en la mano (mientras anunciaba el pasado mes de enero sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro), se pudo leer lo siguiente "5.000 tropas a Colombia". La libreta estuvo expuesta, a la vista de todos, durante su comparecencia, el texto era claro y, por supuesto, los teleobjetivos presentes en la sala lo fotografiaron hasta la saciedad.

¿Fue un descuido de John Bolton o fue una treta, una provocación deliberada "vendida" como imprudencia del consejero? Nunca lo sabremos, pero lo que está claro es que cualquier portavoz político que deje sus notas sobre la mesa o que lleve sus papeles en las manos fuera de una carpeta, se expone a mostrar indiscretamente cifras, datos, argumentos o reflexiones que, tal vez, jamás hubiera querido que llegaran al conocimiento de la opinión pública. La conclusión es evidente: las notas personales siempre deben estar bien guarnecidas durante cualquier comparecencia? Salvo que queramos filtrar ingeniosamente alguna cuestión a la prensa (en formato de "descuido").

(*) Sociólogo y ex presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)