Doña Laura Rivera, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zamora, ha ofrecido en estas mismas páginas un artículo de opinión acerca del VII Congreso de Cofradías y Hermandades -que no de Semana Santa, como erróneamente afirma-, del obispo diocesano, de las plazas y calles de nuestra ciudad, de la procesión del Corpus, y de algunos asuntos más, vertiendo pensamientos, sus pensamientos, de modo tan vulgar -acaso para adoctrinar a las masas populares, especialmente en este tiempo propicio para las campañas electorales- como confuso -emitiendo juicios mezclados con medias verdades-, como política en ejercicio que es.

Comparar el episodio de la expulsión de los vendedores del templo de Jerusalén por parte de Jesús, que era Dios -¡parece que comparte la confesión de fe católica!-, con las palabras del obispo diocesano en el citado congreso no deriva de una correcta interpretación teológica de los textos evangélicos, sino que es un ejercicio malintencionado por parte de quien la propone, con el propósito de desacreditar a quien se refiere de modo claro y directo.

Quién tiene el encargo de gobernar la diócesis ¿no puede libremente ejercer la tarea de conducir a sus diocesanos recordándoles que las cofradías y hermandades son asociaciones públicas de fieles y que, por tanto, sus manifestaciones, incluidas las procesiones, han de estar motivadas por la fe y ser una expresión peculiar de ella? ¿O ha de abdicar de sus funciones para que tales manifestaciones de creyentes sean algo distinto a lo que las generó y no mantengan su espíritu primigenio y estatutario? Si las procesiones, por definición, deben de estar protagonizadas por creyentes católicos -con más o menos fe, eso solo Dios lo sabe-, ¿qué lugar ocupan en ella quienes no lo son? Y si las procesiones son una manifestación pública de la fe católica, tal como nos las transmitieron nuestros mayores a la par que la fe que las originó ¿cómo la van a manifestar quienes afirman no tenerla? Y no se trata de discriminar a nadie, ni de cerrar las puertas a nadie, sino de formular y definir objetivamente el pensamiento de la Iglesia Católica acerca de dichas asociaciones y manifestaciones públicas con toda nitidez, a fin de que nadie se encuentre en el lugar que no le corresponde.

Por esta razón, el obispo puede y debe de insistir en que las procesiones, incluidas las de Semana Santa, aunque tengan una vertiente turística y, por ende, económica -y bien que le viene a nuestra ciudad, ya que la administración local ha dejado incomprensiblemente que el sector industrial merme su presencia en ella-, no es esta su razón de ser ni su finalidad última. Y también en que el ejercicio del Vía Crucis por el centro histórico de la ciudad el pasado día 24 de febrero no fue entitativamente un espectáculo turístico maravilloso, aunque algunos así lo vieran, y la teniente -o tenienta, si se desea emplear el lenguaje inclusivo que desde el poder se quiere imponer a machamartillo- de alcalde así lo defina, sino una expresión pública de oración, en la que se recordó el camino de Cristo hacia el Calvario con las imágenes y los pasos procesionales de la Semana Santa zamorana.

Arremete después con el asunto de la procesión del Corpus Christi del pasado año, que no salió del recinto del atrio catedralicio, y por tanto no llegó a la Plaza Mayor. El problema, señora teniente/a, no fue compartir o no el espacio público de la Plaza Mayor ocupado por el gremio de libreros. La cuestión de fondo era ignorar, por parte del Ayuntamiento, una inveterada tradición local, mantenida por la Iglesia y sostenida por numerosos creyentes. Lamentablemente, como decía Antonio Machado, el hombre de estas tierras "desprecia cuanto ignora". A este respecto, recuerdo aquí lo que escribía nuestro gran filósofo Ortega y Gasset: "casi todo lo que hoy poseemos para afrontar con alguna holgura la existencia lo debemos al pasado y, por tanto, necesitamos andar con mucha atención, delicadeza y perspicacia en nuestro trato con él", añadiendo que "volverle la espalda produce el efecto al que hoy asistimos: la rebarbarización del hombre".

Ya sabemos, señora teniente/a, que las plazas y calles de la ciudad son públicas. Por esta razón, tampoco son del Ayuntamiento. Y no pretenda con esa afirmación, aparentemente inocua, hacer pensar que los católicos queremos ocuparlas a nuestra discreción, porque eso no responde a la verdad. Lo discutible es el modo que tiene el Ayuntamiento de gestionar su uso, de forma manifiestamente arbitraria, sin tener en cuenta las diversas tradiciones, creencias y sensibilidades de las personas y de los grupos sociales -incluida la Iglesia Católica- que conforman la ciudad. Y ha de reconocer que es esta una parcela en la que el equipo municipal debería de haberse esforzado muchísimo más.

Afirma después que el "espectáculo" realizado el día 15 de septiembre del pasado año en la Plaza de la Catedral se hizo "con el objetivo de promocionar el casco histórico porque se está vaciando de gente". Pero, ¿cómo no se va a vaciar de gente si el Ayuntamiento no ha ejecutado ninguna propuesta interesante de promoción efectiva y de fijación de población y de negocios en el casco histórico en los últimos tiempos? Y ¿usted cree que se promociona y se llena de gente, ocasional o permanentemente, con ese espectáculo? No solo no lo promociona, sino que -hablo desde la experiencia- el volumen sonoro de algunos de esos espectáculos veraniegos realizados en la plaza más emblemática y conocida de la ciudad, entre ellos las proyecciones de películas, interferían en el normal desarrollo de los conciertos y de las visitas nocturnas celebrados en el interior de la catedral, ya que el Ayuntamiento no tomaba en consideración las iniciativas culturales privadas, que no solo atraían a los ciudadanos zamoranos sino también a los visitantes foráneos, que reaccionaban con una extrañeza comprensible.

En cualquier caso, no alcanzo a imaginar un espectáculo como el de TF en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela o en la Plaza del Ayuntamiento de Toledo, que es la misma de la Catedral Primada, por ejemplo. Con ello concluyo que cada equipo municipal tiene su sensibilidad y sus principios o carece de lo uno y de lo otro. Hay quienes buscan elevar la cultura del pueblo, y hay quienes se sirven del pueblo para captar su benevolencia en la cita electoral. ¡Claro que los edificios no se escandalizan! Pero las personas sí. Y no es asumible que las personas que se concentraron en la Plaza de la Catedral aquel día provocasen soezmente y con insultos a quienes salían de una celebración litúrgica en la seo. ¿O es esa la forma que tienen los comunistas de respetar los derechos humanos? Tome buena nota la señora teniente/a de alcalde de que muchos ciudadanos no reciben con agrado los espectáculos en un lugar determinado porque poseen una cualidad llamada "decoro" (comportamiento adecuado y respetuoso correspondiente a cada categoría y situación). Comparto su más que lúcido comentario de que no se realizaría un concierto a la puerta de un hospital, porque, aunque esto tenga más que ver con el sentido común, creo que los pacientes lo agradecerían cordialmente. Pero no que usted justifique el espectáculo de TF diciendo que se hizo "a propuesta de músicos de Zamora", "porque ese día no había ninguna otra celebración" y "porque ya estaba puesto el escenario", razones que como poco, ofenden a la inteligencia de sus conciudadanos, que ya han superado con creces su etapa infantil.

Comparto con la señora teniente/a que el Ayuntamiento debe prohibir actos que conculquen los derechos humanos, pero ese principio tan primario y genérico no puede ser el único que anime la regulación del espacio público. Le sugiero que sea usted misma, si tiene la inteligencia y la valentía que se le exige a un/a político/a de alto nivel, quien invite al por ahora gobierno municipal a que haga un pequeño esfuerzo de reflexión para que dicha regulación satisfaga a todos, y no vaya en contra de alguno.

Finalmente, hablando de espacios públicos, le ruego que transmita al Ayuntamiento, ya que por las diversas misivas enviadas y registradas parece que no se ha dado por enterado, que retire definitivamente los urinarios instalados junto al Parque del Castillo, no solo porque afean estéticamente el núcleo del casco histórico de la ciudad por el que el Consistorio parece mostrar una gran preocupación y porque pueden facilitar de nuevo la entrada de intrusos en el recinto catedralicio, como sucedió en 2017, sino también porque se hallan ubicados en un solar que no es de titularidad municipal, y además fueron instalados sin contar con la autorización de su propietario, es decir, de la Catedral. Sería, sin duda, un acto honroso, ejemplar y digno de ser recordado para el futuro como una rara muestra, por única, de su buen hacer.

(*) Deán-presidente del Cabildo Catedral de Zamora