Parece que a una mayoría de ciudadanos nos convendría votar todos los años. Tanto a nivel local como nacional, una vez se anunciaron las elecciones, se está aprobando aquello que a principio de la legislatura era populista, radical o simplemente ocurrencias de gente que no teníamos experiencia política. Más autobuses, PGOU, centros cívicos y ayuda a los Barrios, entre otras cuestiones locales. Alquileres, reforma laboral, ofertas de empleo público, cotización de los cuidadores, son algunas medidas que a nivel estatal también andan rondando el BOE de este marzo ventoso. Veremos si las urnas no nos traen dos heladas para que todo quede en cosecha baldía y algunos justifiquen que por ellos no fue. El tiempo de la política corre deprisa.

En otra dimensión, este tiempo se detiene con la visita de ministros a Zamora. Cuando desperté, el ministro seguía allí, como esas películas donde alguien se despierta siempre el mismo día. El último ministro vino a tocarnos la fibra, la fibra digital y el AVE. ¿Quién no sabía, hace dieciséis años, que el oeste estaba condenado por el desarrollo del AVE? Quedó esta semana denunciado en la Conferencia Internacional del Clima en San Sebastian. Allí se señaló que debió desarrollarse el Tren de Cercanías en vez de apostar por el transporte, insostenible, por carretera y el AVE. Que hace dieciséis años debió conectarse al mundo rural con internet en un momento en que cualquier empresa estaba ya obligada a contar con dicho recurso. Vuelven ahora para repetir que van a poner la fibra, un mantra contra la despoblación que ya aburre. El tiempo de la política corre despacio.

Y por último, la memoria es un tiempo que nadie habita. La primera despoblación, en este país, la sufrió la memoria. En cualquier país, un partido con 400 casos de corrupción ya habría desaparecido del mapa. En otro país, un partido que nos devuelva al dolor de la falta de libertades justificándolo con subvenciones taurinas y escopeteros de capital, ya se lo habría comido los telediarios. Será que, el dinero que invierten en el blanqueo de cabezas y en los medios de desinformación, les cunde mucho.

Hay mucho dinero en la política. Si algún partido se financia sólo con sus simpatizantes y no debe a los bancos, allá ellos. Los demás necesitan y quieren y lo justifican y no se avergüenzan, de que los bancos les den dinero para sus campañas. A cambio gobernarán para ellos y no sufrirán ninguna contradicción cuando paguen con dinero público este contrato. Hace mucho, cuando la Economía obtuvo el mando de la financiación, obtuvo con ello el control del mundo, y el control de la política. Recuerden cómo torció el mazo de la Justicia, y las cláusulas abusivas no se devolvieron.

Debiéramos proponernos liberar a la política de las presiones del dinero y de las difamaciones orquestadas con dinero en las permanentes campañas sin descanso que se suceden aún fuera de periodo electoral. Defender las ideas por todos los medios, pero nunca empleando la fuerza del dinero. Fuerza que machaca la democracia, la decisión de los votantes y la razón, obligada esta a competir con los zascas a cobro revertido.

Un Estado que se honre en defender la democracia debiera impedir que grandes cantidades de dinero puedan emplearse en campaña. El tiempo de la política, el del debate de ideas, sin descalificaciones a lo posible, del derecho a ser escuchado, donde las desigualdades sean visibles y la convivencia, ajena a la crueldad, necesita tiempo. Hoy, con el tiempo que necesitamos para cambiar de política, el dinero hace los cigarros que se fuma.