En su famosa Introducción a la vida devota, san Francisco de Sales advierte a la destinataria de la obra, Filotea, que "somos como la perdiz de Paflagonia, que tiene dos corazones: tenemos uno dulce, educado y agradable para con nosotros y otro duro, severo, riguroso para con el prójimo". Paflagonia es una región situada en Asia Menor, al sur del Mar Muerto, donde existe una variedad de perdices, la perdiz chukar (alectoris chucar), que tiene dos corazones en lugar de uno, como ya señalara Plinio el Viejo en su Historia natural.

Extraño animal esta perdiz, extraño animal somos también los seres humanos, que pedimos a los demás lo que no nos exigimos a nosotros mismos. Esto es lo que nos viene a decir el evangelio de este domingo, en el que Jesús sigue enseñando a sus discípulos. Habla de que un ciego no puedo guiar a otro ciego, de que no hay que fijarse en la mota del ojo ajeno sin reparar antes en la viga del propio, de que el árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo frutos malos, de que el hombre va atesorando en su corazón y eso al final es de lo que rebosa la boca.

Quedémonos con esta última instrucción que nos ofrece el Señor: "de lo que rebosa el corazón habla la boca". Y nos tendríamos que preguntar: ¿de qué temas hablamos habitualmente?, ¿cómo son nuestras conversaciones?, ¿somos superficiales, profundos, banales, chabacanos, elegantes, blasfemos, sinceros, ladinos, astutos, tendenciosos, murmuradores, veraces? Porque es interesante la imagen que nos ofrece Jesús: el corazón es como una especie de cofre del tesoro en el que se van acumulando riquezas: personas, experiencias, bondades, fortalezas, Dios mismo. Pero, ¡cuidado!, porque el cofre también puede servir para guardar todo lo contrario. Y al final eso se nota en nuestra forma de ser y de estar y de hablar y de comportarnos.

Con su habitual lenguaje incisivo, el 11 de agosto de 2013, ante miles de peregrinos en la Plaza de san Pedro, antes del rezo del ángelus, decía: "todos vosotros, ¿tenéis un corazón deseoso, un corazón que desea? Pensad y responded en silencio en vuestro corazón. Tú, ¿tienes un corazón que desea o tienes un corazón cerrado, un corazón dormido, un corazón anestesiado por las cosas de la vida? El deseo, ir adelante al encuentro con Jesús. ¿Dónde está este tesoro, lo que tú deseas? Porqué Jesús nos ha dicho que donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Y yo pregunto: ¿dónde está tu tesoro? ¿Cuál es para ti la realidad más importante más preciosa? ¿Qué atrae tu corazón? ¿Puedo decir que es el amor de Dios? ¿El querer hacer bien a los demás? ¿El vivir por el Señor y nuestros hermanos? ¿Puedo decir esto? Cada uno responde en su corazón".