Pocas noticias han convulsionado últimamente tanto a esta apática sociedad regional nuestra como la suspensión cautelar de la caza por parte del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJ). A la sorpresa sucedió la incredulidad. A ésta, la indignación. Y a ésta, la rabia y el cabreo. Casi nadie entendía nada ya que el embrollo jurídico es de aúpa. La resolución está contenida en un auto como pieza separada de la demanda interpuesta por el Partido Animalista contra el Maltrato Animal (PACMA) contra la Consejería de Fomento y Medio Ambiente en la que pedía la suspensión cautelar del decreto que regula "la conservación de las especies cinegéticas de Castilla y León, su aprovechamiento sostenible y el control poblacional de la fauna silvestre". Ese decreto da cobertura legal a una orden anterior. O sea, que hablamos de una sentencia (recurrible, eso sí) contra una parte de un decreto que tendría que desarrollar una ley, la de Caza, que está recurrida y que anda por el limbo de los justos. ¡Como para no perderse en esta maraña y en un lenguaje que es todo menos claro! Y por si fuera poco un magistrado emitió un voto particular de 10 páginas de extensión en el que se opone, muy razonadamente, a la suspensión cautelar. ¿Y por qué el fallo del TSJ? Dicen sus señorías, repito no todas, que para considerar un animal como especie cinegética, cazable, hay que contar con estudios objetivos actuales que justifiquen la medida. El tribunal entiende que el decreto que da cobertura jurídica a la orden anual de caza "no utiliza datos actualizados y suficientemente contrastados".

- Es decir, que a partir de ahora para poder cazar habrá que contar los conejos uno a uno, numerarlos y luego ir donde el tribunal ese y decir "en mi pueblo hay 1.500, unos 300 jabalíes y zorros, bueno zorros, ni se sabe, apunta el señor Orilindo.

- Y tendremos que pedirles nombre, apellidos y carnet de residente a todos no siendo que se nos cuele algún forastero y vengan a protestar los del pueblo vecino, que son muy suyos, remata el señor Aristarco.

Guasas aparte, cabe preguntar quién y cómo hace esos estudios "objetivos y actuales" sobre el número de bichos que andan por el campo. El TSJ no da pistas, aunque, bien mirado, sería una forma de crear empleo. Hala, la mitad de los parados a contar conejos, perdices, palomas, liebres, venados (puf, de esos sí que hay, casi tantos como raposos). Y la otra mitad a vigilar si se liquida a un residente o a un turista. Otra duda es si el TSJ tendrá en cuenta con rigor estos estudios o tira por la calle de en medio. Los antecedentes no invitan al optimismo. Al dictar el aludido y polémico auto, el tribunal asegura: "Para determinar el nivel poblacional de cada especie se han consultado las guías regionales sobre aves y mamíferos de los años 2001 y 2005". Sí, sí, tal y como lo leen. ¿No hay nada más reciente?, ¿no incorporó la Junta informes científicos detallados elaborados, entre otros, por el biólogo Mario Sáenz de Buruaga, una autoridad mundial en la materia? En esos informes (uno de 384 páginas y otro de 210) se incluyen datos recientes, algunos de 2017. Sin embargo, el TSJ solo habla de guías regionales de 2001 y 2005. Al día, están al día.

Es todo tan grave y raro que PP, PSOE, Ciudadanos y la UPL de han puesto de acuerdo para sacar con urgencia una ley que evite los daños del auto del TSJ. Lo harán este mismo mes. Destacan, al igual que numerosas entidades e instituciones, la gran importancia económica, social, medioambiental y de seguridad de la caza. Claro a estos del PACMA les da igual que se pierdan 8.000 empleos y más de 500 millones de euros, que muchos ayuntamientos se arruinen porque no puedan arrendar sus cotos y que la despoblación se acelere aun más. A ellos con poder pasear por el campo los fines de semana les basta. ¡Qué paz, qué sosiego, qué tranquilidad, ya no hay ni personas; a ver, hermano jabalí, enséñame los hocicos con los que ayer destrozaste una viña; y tú, hermano ciervo, sonríeme con esa boquita con la te merendaste medio maizal! Y vuelta a Madrid a contar lo bien que se respira en la Sierra de la Culebra. ¿Y si chocan contra ese ciervo en el viaje de regreso? ¿Y si esos animales, libres de caza y a su albedrío, trasmiten a la ganadería enfermedades contagiosas?, ¿cómo se controla lo incontrolable?, ¿vendrán los urbanitas pseudoecologistas desde sus asociaciones subvencionadas a poner orden los días de diario?, ¿no han pensado que sin caza regulada la superpoblación de la fauna salvaje pondrá en peligro el medio ambiente y a las gentes rurales?, si tanto lobo devora unos cuantos ciervos que ya no saben dónde ir porque todo está ocupado, ¿de parte de quién se pondrán, del lobo o del ciervo?

Demasiados interrogantes. Y me temo que el TSJ no los vaya a despejar.