En tiempos se hablaba de mayoría silenciosa, o sea, ciudadanía humillada, avasallada y a la larga expoliada. Hoy, la Democracia, qué digo, la Burocracia, ha perfeccionado la cosa en lo mucho que tiene de infame y maligna.

En estos días lo que hay, además de silenciosa, es sólo mayoría pagadora. Aunque quizá sea un decir, dada la inmensa legión de pensionados, subsidiados, ayudados, subvencionados?., que viven de la dispendiosa prebenda pública.

Clases pasivas, pero que muy pasivas, algo parecido a lo que en el feudalismo de nobles, terratenientes y señoritos, eran las bien llamadas manos muertas.

Me temo que quienes emprenden, trabajan, crean riqueza, por muchas elecciones que tengamos a la vuelta de la esquina, seguirán siendo, gane quien gane, mayoría silenciosa? y pagadora.

Porque a ningún partido, más allá de la ignominia de un impuesto como el de sucesiones y donaciones, y esto no todos ni en todos los feudos autonómicos, se le ha oído ni se le va a oír sobre la supresión de IRPF y Patrimonio, hoy exacciones convertidas no ya en un medio justo de financiación pública, sino en instrumento de control, dominio y presión política.

Exactamente igual que en el Antiguo Régimen; negocio de señores, eclesiásticos y potentados, los cuales no pagaban, pero ya lo creo que cobraban e ingresaban de las clases activas.

Los ciudadanos, los pagadores que no paniaguados ni privilegiados de cualquier prebenda y condición, deberían tomar buena nota a la hora de emitir, o no, su voto. Y si no, a pensar en otras cosas. Las suyas propias.