Si alguien pensaba que Castilla y León era un páramo en cuanto a interés informativo, desde el pasado jueves habrá cambiado ya de opinión a raíz del sorprendente anuncio de Silvia Clemente de renunciar a todo lo que era en el PP y en las Cortes y optar a liderar la candidatura de la presidencia de la Junta por Ciudadanos. Todo un punto de inflexión en esa apacible vida del tándem periodismo y política. No hay parangón en años de tal magnitud y repercusión. No hay más que ver los informativos de las televisiones nacionales estos días para ratificar el alcance de una decisión inaudita por parte de la expresidenta del Parlamento y de la formación naranja.

Y si alguien piensa que los posibles escenarios políticos no van a experimentar muchos cambios con este movimiento se equivoca también. Porque se abren otras hipótesis que hasta ese día eran, de existir, una mera cuestión onírica. Pero ya no. Ahora el abanico de opciones para conformar el nuevo gobierno autonómico se amplía, quizás tanto que hasta ese propósito podría ser inalcanzable a corto plazo. Créanme, las incógnitas a despejar son muchas más a partir de ahora.

¿Tendrá esto impacto negativo en las expectativas electorales de Cs en la Comunidad? O por el contrario, como diría el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, ¿el cambio de color de blusa de Clemente aumentará el caladero de votos del partido de Albert Rivera?

La opción de un cambio de gobierno después de 32 años ininterrumpidos del PP en Castilla y León toma también más cuerpo. No hay más que ver cómo el PSOE de Tudanca ha adoptado un perfil bajo sobre todo lo sucedido desde el jueves, conocedor de que sus opciones de gobernar pasan por un pacto con Cs. La otra opción más probable es que los resultados de Vox sean incluso mejor que lo que vaticinan las encuestas (que nadie se extrañe si al final obtiene hasta 9 escaños) y el PP de Fernández Mañueco, incluso con 32 procuradores, podría gobernar con el apoyo de la formación de Santiago Abascal y sin necesidad de tocar la puerta naranja. Ya saben que la barrera de la mayoría absoluta del hemiciclo quedará fijada en 41 parlamentarios. Pero visto lo visto, todo puede suceder, incluso en Castilla y León, porque la balsa de aceite que, en el plano político, era esta Comunidad ha quedado dinamitada desde el pasado jueves.