No sé si se va pa la Barranquilla o para la malagueña Benalmádena que es su patria chica. Lo cierto es que la 'sorayista' Celia Villalobos Talero, se va. Cuando se disuelvan las Cámaras, la malagueña abandonará definitivamente la política en la que ha vivido instalada desde hace treinta años, sin contar su etapa de alcaldesa. No hay que olvidar que la otrora funcionaria ha sido diputada en el Congreso por Málaga desde el año 1989, portavoz adjunta del Partido Popular y presidenta de la comisión del Pacto de Toledo. A lo que hay que añadir su etapa como ministra de Sanidad, en uno de los gobiernos de José María Aznar.

No pongo en duda los servicios que, a buen seguro, la Villalobos ha prestado a su partido y a España cuando ha ocupado tareas de Gobierno. Pero tampoco pongo en duda lo mal que cae a un sector importante de los votantes populares en particular y de la sociedad española en general. Doña Celia es de natural soberbia y no es de las que trata todo lo amable que cabe esperar a subalternos como su chofer, hay imágenes y audios que así lo ponen de manifiesto. La Villalobos es, además, la mujer de Pedro Arriola que desde los años 90 hasta 2018, fuera asesor del Partido Popular donde lo fue todo. La palabra de Arriola iba a misa sobre todo en la etapa Aznar y mientras fue el 'gurú' de Rajoy. La llegada de los 'nuevos' supuso el adiós definitivo al 'arriolismo'.

Arriola se despidió o lo despidieron en 2018, y en 2019, su esposa anuncia su marcha apenada por no haber conseguido un acuerdo en el Pacto de Toledo, del que era la presidenta, y también ciertamente arrinconada por Pablo Casado, que está cambiando muchas caras en el partido. ¿Todas? No. Todavía tiene en sus filas muchos y muchas 'sorayistas' que siguen apoyando y clamando por su vuelta. Aquellas que se rebotaban cuando Casado ganaba terreno y no se cortaban un pelo en decir a los cuatro vientos que le "saltaría en los morros lo del máster" y que por lo tanto "no era conveniente apoyarle", tienen que salir ¡ya! de los puestos que ocupan en el Senado y en el Congreso de los Diputados. Casado no puede fiarse porque cuando menos se lo espere acabarán clavándosela donde más le duela o por el contrario, pueden hacerse conversos, con la mala prensa que tienen, y con tal de mantener la portavocía o lo que sea hacerse 'pablistas'. No lo serán nunca por convicción como Teodoro García Egea, Maroto y tantos otros, sino por interés.

La Villalobos será, en breve, historia. Se va con el riñón forrado como todos a izquierda y derecha, incluidos los independentistas que no repitan y con una pensión que para sí quisieran los que la ganan en años de trabajo y dedicación, cada uno en lo suyo. Es lo que tiene pasar una temporadita en cualquiera de las dos Cámaras. Mientras no se acabe con ese chollo, España no prosperará. Y eso reza para todos. Con la marcha de Celia se cierra una etapa, no precisamente la mejor, del Partido Popular. Se va porque no cuenta con los apoyos que ella hubiera deseado después de tantos años en la mamandurria. Estoy por apostar que si Casado le hubiera dicho 'ven', lo hubiera dejado todo. Pocos hacen ascos a unos añitos más con cochecito oficial.

La Villalobos, conocida por su locuacidad ha dejado caer que "Alguien tenía que ser la figura de los que perdieron". Se arroga esa importancia. Se va matando porque esta señora tan soberbia seguro que se enganchará como 'tertuliana' a algún programa de radio o televisión desde donde seguirá lanzando dardos envenenados y viviendo de la renta de treinta y tantos años en política.