El desarrollo de una comunidad es impensable sin la participación activa de las personas. Aunque pueda sonar a una bonita declaración de intenciones, está demostrado que es así. En muchas ocasiones, sin embargo, olvidamos la capacidad de los actores locales de un territorio para activar, impulsar o, como sucede en tantas ocasiones, poner palos en las ruedas para abortar iniciativas, planes y proyectos de desarrollo. De esto sabemos mucho en estas tierras, aunque no solo aquí. También en otras zonas de España e incluso en otros países de nuestro entorno y de más allá existen numerosos ejemplos que demuestran que no siempre la participación de la población se toma en serio. ¿Para qué van a participar los ciudadanos a la hora de decidir qué hacer en su territorio si ellos no saben de estas cosas? Para esto están los expertos, piensan muchos. No obstante, sin la participación activa de las personas, que son las destinatarias de cualquier actividad de desarrollo, los beneficios que pueden obtenerse disminuyen de manera considerable.

Por eso es tan importante encontrarse con nuevas iniciativas de participación social en el medio rural, como la que ayer hemos vivido en la localidad de Montamarta, en el encuentro de la Coordinadora Rural que han impulsado desde hace varios meses el amigo Teófilo Nieto y unos cuantos soñadores más que aún creen en las posibilidades de los pueblos. Si bien es cierto que en la provincia de Zamora existe un número considerable de asociaciones (de mayores, jóvenes, mayores, etc.), no obstante, la dispersión de las mismas en el territorio y, por consiguiente, las dificultades que eso supone para sumar energías entre unas y otras son factores que limitan las posibilidades de una participación social comprometida con un desarrollo entendido de una manera integral, multisectorial, inclusivo y sostenible. Un desarrollo que ponga a los ciudadanos en el centro de cualquier proyecto (económico, cultural o social) y que sirva para ampliar las oportunidades y opciones de las personas y la mejora de las capacidades humanas y las libertades.

Ahora bien, si la participación de la población en los programas de desarrollo pretende ser algo más que una frase de moda, es imprescindible enfrentar la tarea de su organización. Una tarea que no es sencilla pero que, a grandes rasgos, consiste en identificar y movilizar a los protagonistas sociales específicos cuyo concurso se procura, creando los medios prácticos por los que podrán participar en el diseño, ejecución, evaluación y, por supuesto, en los beneficios de los proyectos. Porque podemos y debemos aclarar a quiénes esperamos beneficiar, y cómo, pero no podemos estar seguros de que nuestros esfuerzos darán los frutos deseados hasta que los procesos del cambio económico y social hayan sido puestos en marcha. Además, conviene estar precavidos y saber que muchos diseñadores subestiman los conocimientos de la población, los que podrán ser estudiados por los especialistas sociales de turno, esos que habitualmente se llaman "expertos". Contra este virus, sin embargo, existen antídotos. Y ayer lo pudimos ver en Montamarta.