Estaba bosquejando una columna que no es esta, cuando un vecino -menos de 40 años, más de un hijo- gritó gol: "elecciooooooooones". El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acababa de anunciar las terceras generales en cuatro años para el 28 de abril de 2019.

Antes y después del gol, el vecino -de alquiler, mileurista si acaso-, soltó una sarta de improperios que he preferido no recordar. Sonreía con ira. Celebraba con más rabia que entusiasmo. Los suyos -¿son, de verdad, los suyos?- ganaban: Sánchez fuera. En la caja de Pandora que se abre ahora, me imagino, no piensa.

Una campaña bronca, de bandos, conmigo-o-contra-mí, cainita, estomacal. Unas generales que empañen, condicionen y arrasen todas las demás: municipales, autonómicas, europeas. Un nuevo periodo de incertidumbre, de juego de sillas, intercambio de cromos, pactos con alfileres. Una recesión que nos pille en ese barro, con todo por hacer.

Política sin políticas. La economía española se recupera, no la clase media. Lo dice el New York Times. España no ha aprovechado estos años mejores para evitar un nuevo desastre. Lo dice El País. La precariedad mina a dos generaciones, la tercera pega los ojos a la pantalla para no ver. Lo dice Isaac Rosa, en "Feliz Final", lo dicen otros buenos libros.

Alquileres ridículos -por injustos, por desproporcionados-, salarios al mínimo, contratos sísmicos, falsos autónomos y autónomos asfixiados, desempleo. Estudios más caros, ofertas de trabajo más desvergonzadas. Las telas de las banderas no alcanzan para tapar los escombros: se les ven los pies.

En Twitter, me pareció que algunos se frotaban las manos. Día grande para las tertulias, ya está hecho el año. Campañas, encuestas, debates, resultados, negociaciones, pactos, investiduras, rupturas, refundaciones y quién sabe. Política sin políticas. La política como entretenimiento. Eso sí estaremos, entretenidos.