Pasado San Valentín y la tradicional cultura de la rosa roja, a servidora le regalaron un total de media docena, todas de chocolate, de esas que nos ofrecía la Cruz Roja de mi querido compañero y sin embargo amigo José Manuel del Barrio, a las que mi buena madre les ha dado buena cuenta, es hora de echarse en brazos de Don Carnal. Es tan corto su reinado que hay que aprovechar. Porque enseguida hay que echar mano del cilicio y empezar a fustigarse pidiendo perdón por los muchos pecados cometidos.

Ojalá Zamora, cuyo carnaval ha perdido fuelle estos últimos años, pudiera entregarse a vivir las carnestolendas durante tres o cuatro semanas, como ocurre en otras localidades de España para así poner en solfa todo lo susceptible de ser puesto en solfa, sin caer ni en la ordinariez ni en el insulto personal, como a veces ha ocurrido por estos lares. Hay que derrochar ingenio, buen humor y buena leche. Cuando las coplillas que se cantan se han escrito de mal café, el resultado suele ser deplorable.

Nadie puede poner en duda que el carnaval es una de las festividades más populares de todo el planeta azul. En unos países se vive con más intensidad que en otros. Y de unos a otros países hay una diferencia extrema en la forma de vivirlo. Río de Janeiro y Venecia son dos de los mejores ejemplos. En España, a parte del de Toro, cada año mejor, cada año más concurrido, cada año más original, gracias a que todos los toresanos participan, a que son gente echada para adelante que desafían al mal tiempo poniéndole la buena cara que todos conocemos y disfrutamos, hay un carnaval que me encanta y como a mí a millones de españoles, por lo divertido de las letras de sus chirigotas: el carnaval de Cádiz. Para ingeniosos, los gaditanos.

Este año el Carnaval de Cádiz promete. Bueno, como todos los años. Este año, el independentismo y los independentistas, se van a llevar su buena ración de salsa carnavalera con el ingenio de las chirigotas. España ha ofrecido desde que finalizó la pasada edición del Carnaval, los suficientes argumentos, como para que no dejen títere con cabeza. Como para que puedan dar un repaso a la información nacional y también a la internacional. El rollo del Bréxit no va a pasar desapercibido como tampoco lo pasaran Donald Trump y Nicolás Maduro. Espero que sobre todo a este último le den suficiente jarabe de palo. No será porque no se lo merezca.

En Zamora, como la cosa se ha quedado tan reducida, hay que desear valor a los que se presenten y ánimo para cantar las verdades del barquero a los que más oposiciones hacen para llevarse el puesto: los políticos. Podría, con más ayudas, con más cariño por parte del Ayuntamiento, recuperarse un poco de aquel espíritu que se ha perdido con el paso de los años, los intereses, las filias y las fobias. A quienes corresponde, están en la obligación de levantarlo. No hay que esperar a que otros hagan el carnaval. Levantar el carnaval de Zamora es cosa de todos, por supuesto que del Ayuntamiento, pero también de los ciudadanos.

Hay que dejarse cortejar por don Carnal. Hay que dejarse llevar de su mano. Si total son cuatro días mal contados. Qué mal se puede hacer en ese tiempo por entregarse al divertimento si es lo que más necesita esta ciudad necesitada de tantas cosas pero también de alegría, de jolgorio, de caras menos largas y sonrisas más anchas, de menos envidias y de más nobleza viviendo como vivimos en una noble y leal ciudad. El carnaval está al caer. En los albores de marzo. Este año como la Semana de Pasión, todo gira en torno a ella, cae avanzado abril, las carnestolendas también se retrasan. Salvo en algunos pueblos donde los fines de semana que van de ahora al 2 de marzo ya se lo están pasando pipa.