Desde hoy Colón ya no es sólo el nombre de una plaza; es y está llamado a ser proyecto de una necesaria federación de derechas, a bien ser lo menos autónomas posible. Con venia y permiso, hablaremos del tema otro día. Hoy, precisamente hoy, lo haremos de Vox.

En un escenario político degradado, que viene siendo el de una partitocracia endiosada y profundamente desleal con la ciudadanía, la irrupción de Vox produce desconcierto y sorpresa.

No debería. Sobre nuestra realidad más próxima hay un tópico alimentado por determinados círculos, que constituye un inmenso error. Porque en la España de los últimos decenios, incluso del siglo XX, la gran cuestión nunca fue el dilema entre monarquía y república, ni el problema social o el económico; como tampoco podía serlo la europeidad de la nación más antigua del continente.

Tales cuestiones se resolvieron por sí solas. Lo hicieron con y en buena parte bajo el franquismo, pero lo hubieran hecho igualmente sin él, de haber tenido el país normalidad en lo parlamentario y lo democrático, dentro de un régimen republicano o de monarquía constitucional. Paradójicamente, normalidad impedida por la anomalía no ya del republicanismo, sino de una República infausta; la segunda de las nuestras.

La gran cuestión, el problema de fondo fue y sigue siendo el mismo, la unidad nacional puesta en cuestión una y otra vez desde hace un siglo, debido a una política profundamente equivocada de las izquierdas, buscando en los nacionalismos periféricos la palanca para llegar al poder, palanca que en el fondo jamás tuvieron a remolque de las cuestiones sociales. Como sucedió en el resto de nuestro entorno. ¿O es que alguien pensó que, de la mano amiga de los Frentes populares, el comunismo soviético iba a campar a sus anchas en Europa occidental?

No ha sido la inmigración, ni el problema autonómico, ni el europeísmo, ni la cuestión de género, lo que ha propiciado la irrupción meteórica de Vox. Ha sido un profundo sentimiento de solidaridad con aquello que se tiene por patrimonio común, desde una identidad callada pero arraigada y sólida. Lengua, cultura, tradición; y también algo más.

En fin, ha sido y seguirá siendo la cuestión nacional, relativa a España y la españolidad; patria, tierra, pueblo, país o lo que cada cual quiera, pero siempre nación de todos. Por creencia o no, aunque inevitablemente por legítimo interés.

¿O alguien piensa que, si esto se rompe, seguirá cobrando o cobrará en el futuro ni medio euro de pensión?