Nos ha dejado Miguel Martín uno de los más ilustres zamoranos de su generación y bastante desconocido en su tierra por la gente joven. Destacado escritor, periodista y pionero del mundo de la imagen desde la naciente TVE. Amaba a Zamora pero no solo de manera sentimental sino como demostró durante muchos años, dedicando programas televisivos a su ciudad y provincia con este medio tan expansivo.

Recuerdo a Miguel cuando vivía en la calle de San Pablo esquina con las Cortinas de San Miguel y mi casa estaba justo enfrente, en esta misma calle. Por entonces acababa de publicar uno de sus primeros libros Según se baja del Duero a la derecha, pero como Miguel era unos años mayor que yo, no tuvimos relación. En Madrid, cuando yo ingresé en la escuela de San Fernando, coincidimos en el estudio de mi maestro Chema Castilviejo y desde entonces fuimos amigos, y de manera más intensa, cuando yo ya vivía en Zamora y él venía a menudo a ver a sus padres. Fue un tiempo feliz en nuestros dilatados años de soltería, alternado con otros amigos comunes. Por aquellos días yo le presenté a mi amiga Nuria García Casado, también zamorana, un encuentro afortunado con resultado de enlace duradero. De este enlace nacieron Miguel y Nuria.

No quiero entrar en su currículum de escritor, que no conozco con precisión, pero si quiero decir que fue un excelente creador de la literatura humorística como lo demuestra algunos de sus títulos Los leones no tienen dientes, y ya en plena madurez Iros todos a hacer puñetas. También estrenó varias obras de teatro. Discípulo predilecto de Enrique Jardiel Poncela, a quien conoció de manera profunda y entrañable como lo demuestra el extraordinario libro El hombre que mató a Jardiel Poncela (Planeta 1977), de gran éxito con varias ediciones, que describe con maestría el conocimiento del personaje, su acusada generosidad, y también la penosa economía de su final. Curiosamente en este libro, a modo de prólogo, Miguel tuvo el privilegio de publicar la semblanza que Jardiel le había dedicado muchoss años antes, hay que recordar que Jardiel Poncela murió en 1952 y el libro es de 1997.

Miguel también trabajó para el cine. Poca gente sabe que fue guionista, entre otras películas de la famosa y popular, Las chicas de la Cruz Roja. Interpretada por Tony Leblanc y Concha Velasco. Firmó guiones para programas y series de TVE de las que cabe destacar Los ladrones van a la oficina, donde actúan una pléyada de los mejores actores y actrices del cine español. Esta serie fue galardonada con el Premio Ondas.

Miguel Martín, este talentoso e intrépido paisano, alcanzó en TVE las responsabilidades de jefe de informativos y fue nombrado Director General cuando era presidente del Gobierno Adolfo Suárez. Desde este medio Miguel demostró el amor que tenía por su Zamora y provincia. Los semanasanteros de estas últimas generaciones deben saber que nuestro paisano trajo por primera vez un gran equipo de TVE para transmitir en directo varias procesiones de nuestras Semana Santa. En aquellos días el desaparecido Mesón Lili situado en la calle Pelayo, fue el cuartel general de los hombres de la tele dada la amistad que Miguel tenía con el popular Lili y con su hermano Antonio Pedrero. Lili que cargaba en el paso del Cinco de Copas, era el lugarteniente del jefe, el gran y conocido Aragón, quien ofreció a Miguel cargar con el paso, siendo bienvenido por todos los cargadores que al año siguiente le nombraron cargador de honor del Cinco de Copas. Cuento estas vivencias que pueden ilustrar la manera de estar vivo con sus orígenes y el carácter abierto de Miguel Martín.

Quiero resaltar que Miguel también fue director del NO-DO en la época final, dedicada principalmente a la documentación y archivo, aunque seguían grabando reportajes culturales. En 1978 envió un equipo a Zamora para rodar un reportaje titulado Zamora en el tiempo siendo el cámara el gran Heptener, corresponsal del NODO. La primera parte fue dedicada a la Zamora histórica y monumental y la segunda al arte zamorano con la intervención de tres artistas Antonio Pedrero, Alberto de la Torre y yo mismo fuimos. Se trata de un trabajo de extraordinaria calidad que conviene ver y que en los últimos meses está circulando por las redes.

Me parece de justicia reconocer públicamente, no solo la personalidad de Miguel Martín como zamorano ilustre, sino por el amor que le profesaba a su tierra, demostrado con tan inmensa y generosa dedicación.