Pasarán generaciones hasta superar esa mentalidad de muchos cristianos de funeral y de fiestas. Es un problema muy serio que nos desasosiega. Porque ninguna inercia es buena y menos la mentalidad de indiferencia que está en el horizonte de muchas personas, aunque estén bautizadas. ¿Qué podemos hacer?

Las lecturas de hoy nos presentan el testimonio de Isaías, de Pablo y de Pedro. Hay un común denominador. Acercarse a la Palabra. "Por tu Palabra echaré las redes.." dice Pedro. Ante una situación de desesperanza, (no habían pescado nada en toda la noche) sólo la Palabra transforma la vida de aquellos discípulos. Hoy, muchos cristianos no leen la Biblia, ni la meditan o no saben hacerlo o no les preocupa. La misa del domingo es suficiente piensan? (y no digo nada si no participan?.)

En esta tarea tenemos que comprender que el sacerdote es un contemplativo de la Palabra y un contemplativo del pueblo (cfr. EG 154) y es el primero que debe dejarse interpelar por la Palabra como una espada de doble filo, para adquirir una sensibilidad espiritual que conecte con las preocupaciones de las personas y leer en los acontecimientos el mensaje de Dios (cfr. EG 154) con el fin de saber transmitirlos. No es fácil.

Todos estamos llamados, a meditar los textos en la presencia de Dios, a orar con el texto bíblico y plantearse algunas preguntas; por ejemplo: Señor, ¿qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? Medita y ora con el Evangelio de hoy: No pongas excusas o no caigas en la tentación de pensar que no va contigo. Aquellos discípulos vacilantes ante el encuentro con Jesús abren sus ojos: estaban llenos de estupor dice el texto. Es un estupor de sorpresa, de sentirse invadidos por algo que no comprenden? hicieron una redada tan grande que las redes se reventaban.

Fijemos cómo lo expresa el Papa Francisco: " el Señor simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a El, lo que todavía no podemos lograr". (cfr. EG 153).

Aquí, ante la Palabra, no existen ni las medias tintas y ningún deseo de medrar. Por una razón concreta: porque el progreso de toda condición humana requiere inapelablemente que exista gente que se sienta en el fondo feliz. Esta es la realidad del cristiano cuando la Palabra está en el centro de su vida.