Manifestaciones. Un elemento básico de la democracia es la libertad de expresión y el derecho a manifestar públicamente cualquier opinión. Es uno de los indicadores que distingue una dictadura o un régimen autoritario de un sistema democrático, como el que afortunadamente hemos construido en este país. Las manifestaciones son un instrumento muy saludable para expresar lo que se estime pertinente en contra o a favor del gobierno de turno, indistintamente del color político. Nunca debe tenerse miedo a que la gente salga a la calle a despotricar contra quien esté, en el momento que sea, al frente de los destinos de un país, una región, una provincia o un municipio. Lo vimos hace unos días en Valladolid, en la manifestación en defensa de la sanidad pública, y lo veremos hoy domingo en la capital de España, en un acto que muchos entienden como una gran provocación y que otros consideran un síntoma de un gran malestar colectivo. En cualquier caso, bienvenidas sean estas expresiones y ojalá hubieran sido defendidas en otras épocas.

Aceras. Para practicar el sano ejercicio de la libertad de expresión en las calles o plazas públicas de cualquier pueblo o ciudad es importante que los ciudadanos puedan caminar o pasear por ellas, sin que los adoquines, las baldosas o las aceras supongan un peligro para la integridad física. En la capital estamos viendo cómo se están arreglando numerosas aceras para que los ciudadanos podamos caminar sin estar pendientes de terminar en urgencias. Tal vez el arreglo más llamativo es el que se está realizando en las aceras de la avenida Cardenal Cisneros, un espacio que se ha ido deteriorando con el paso del tiempo y que, sin embargo, la administración central, de quien depende la susodicha avenida, ha olvidado, hasta que el ayuntamiento ha cogido el toro por los cuernos, sin que sea una obra de su competencia. Bienvenidas sean, por tanto, estas iniciativas que no solo sirven para que podamos caminar con seguridad sino que reflejan también una preocupación por los pequeños detalles, tan importantes en la vida comunitaria.

Campañas. En apenas unas semanas empezarán las campañas electorales. Las elecciones europeas, regionales y municipales, que están a la vuelta de esquina, traerán de nuevo un sinfín de actos para que los ciudadanos veamos y compremos, que de eso se trata, el milagroso producto político que resolverá los problemas más acuciantes de nuestra vida cotidiana. Si, como he dicho, las manifestaciones me encantan y las aceras son un magnífico indicador para conocer el desarrollo de una localidad, con las campañas sucede casi otro tanto: no solo dicen mucho de quienes salen a la palestra pública a difundir sus mensajes sino que son también una gran oportunidad para observar la cultura política de un país, una región o una localidad, indistintamente de su tamaño. Además, en los tiempos que vivimos, cada vez más colonizados por las estrategias de la publicidad y el consumo, fijarse en el contenido de las campañas electorales es tanto como contemplarnos a nosotros mismos. Y a veces, ¡ay! ese espejo nos devuelve figuras irreconocibles.