A pocos españoles les cabe ya duda de que con tal de mantenerse como inquilino de La Moncloa, Pedro Sánchez es capaz de cualquier cosa, incluso de trocear más de lo que está nuestro país o de vender España al postor que más le convenga. A nadie ha satisfecho su última gran metedura de pata, la de aceptar un relator, mediador o llámelo usted como quiera, propuesto por Torra. Como si Torra representase a otro Estado en conflicto que necesitase mediación nacional o internacional para salir de él. Torra es un puñetero presidente de Comunidad Autónoma, por mucho que esa comunidad se llame Cataluña. A los ojos de la Constitución española, todos somos iguales. Los independentistas catalanes y baleares, aplaudidos 'sotto voce' por el Pnv de Urkulllu, no son más ni menos que los gallegos, los andaluces, los extremeños o los castellanos y leoneses.

Sólo que a nosotros nos falta arrojo y gallardía para ponerle las peras al cuarto a un señor que hay que sacar cuanto antes del Gobierno, antes de que destroce más de lo que está a España. Dicho en roman paladino me vería obligada a utilizar otra palabra que habla de unos órganos glandulares que también se ponen encima de la mesa cuando el hartazgo supera todos los límites y que empieza por c. La última cesión de Sánchez al independentismo catalán es una indignidad que ha provocado la indignación de la práctica totalidad de españoles. Si será así que los pocos o los muchos socialistas con dos dedos de frente, con sentido de Estado que todavía suman en el Psoe se han revolucionado. De hecho, las cesiones del Gobierno de España a la Generalitat de Cataluña, han incendiado al Partido Socialista a punto de arder en esa hoguera, sin duda de vanidad personal, que Sánchez mantiene viva. Fernández Vara, Lamban y García-Page ya se han manifestado al respecto porque ven peligrar su reelección.

Para solventar una situación autonómica, del tipo que sea, España no necesita ni relatores ni mediadores. Sánchez no puede seguir humillando a esta España que mal gobierna y de paso a todos los españoles. A los de la bandera y a los que sin blandirla se están percatando de la indignidad flagrante mediante la cual, Sánchez, presidente de un gran país llamado España, pone a su misma altura a un mediocre como él, de una autonomía que pierde fuelle, como Cataluña. Cualquiera se fía de los socialistas, de algunos socialistas, especialmente los 'apesebrados', como la vice presidenta Carmen Calvo que, cada vez que toma la palabra, la 'caga', con perdón. Se ha vuelto de un farragoso insoportable.

Dada la deriva y diga lo que diga Tezanos, el batacazo va a ser descomunal. Esta última indignidad está poniendo de acuerdo incluso a los que nunca lo están, por querer llevar la contraria e ir contra corriente. Ceder al chantaje de Torra y de ERC, con tal de mantenerse en La Moncloa, habla por sí solo de la catadura de este tipo de aspecto chulesco que llegó al poder por la peor una vía poco común, lamentablemente para quedarse. Un tipo que donde tantas veces ha dicho digo, otras tantas ha acabado diciendo Diego. A este indigno entre los indignos, le ponía yo 155 relatores con las ideas de unidad lo suficientemente claras para acabar con sus ínfulas.

Y mientras todos se preocupan, Sánchez ya está pensando en la puesta en escena del libro que dice haber escrito y a cuya presentación, a buen seguro, acudirá en el 'Falcon' o en el helicóptero del Jemad.