Que la lucha contra las VTC en las dos principales ciudades españolas iba a ser desigual estaba cantado.

Cuando se compara a los taxistas de Barcelona con los de Madrid, se olvida la importancia crucial de la propaganda, el momento y la coyuntura, ese tema que tanto me gusta poner bajo la lupa.

La Generalitat, a día de hoy, aprobaría el sacrificio de las vírgenes quinceañeras si se lo pidiesen veinte mil personas en la calle. La Generalitat aprobaría esta misma tarde una subida del 30% de los salarios de los maquinistas del Metro, un 40% los sueldos de los guardias urbanos y lo que hiciese falta, incluida una avalancha de chicles de menta. ¿Cómo no iba a ceder ante el colectivo del taxi, que les podía paralizar la ciudad justamente ahora y durante bastante tiempo?

En este momento, la prioridad es el procés.

En este momento, la prioridad es la visibilidad internacional de las movilzaciones ante loa juicios por el jaleo del año pasado.

En estos momentos, nada puede disputarle el protagonismo a eso en las calles, u menos aún unos cuantos taxistas cortando las calles y cabreando a la gente.

Porque la gente, ahora, sólo puede indignarse con España, y como la reserva de indignación de la gente es limitada, si se cabrean con los taxistas descubren que también hay problemas dentro y no les queda cabreo de reserva para los de fuera.

Y si además, Zeus no lo quiera, la cosa acaba en palos y violencia para desbloquear la Diagonal, ¿qué va a pasar cuando se vea que la policía pega a la gente por cosas diferentes a las que quieren destacar en la foto? ¿Qué ocurre si un antidisturbios le pega a un taxista y eso sale en una foto? Así que señores de las VTC, alégrense de que sólo les han echado de la ciudad. Tal y como estaban las cosas, bien podían haber solicitado que lo ahorcaran a todos, y a estas horas estarían colgando de una farola. ¿O alguien lo duda?