Ese mirlo, ese fenómeno del periodismo y la gestión, Rosa María Mateo, comisaria política de Radio Televisión Española, ser dictatorial y sectario donde los haya, la misma que ha llevado a la Corporación RTVE al más bajo techo de audiencia y al más alto techo de desprestigio, se ha querido ir, ha querido dimitir en dos momentos claves y dicen los decidores de oficio y beneficio que en el PSOE no le han admitido la dimisión. Para ellos lo está haciendo bien, muy bien, por mucho que tenga en contra incluso a buena parte de la plantilla que antes la apoyaba. Sólo los miembros del aparato, Begoña Alegría, que no hace honor a su apellido, Fran Llorente y María Escario, entre otros, se mantienen fieles a la comisaria o a las directrices del Partido Socialista.

Los telediarios de la 1, que siempre se han mantenido en el 'candelabro' de las preferencias, han caído estrepitosamente. Programas como Los Desayunos, han perdido parte del apoyo del espectador en favor de las cadenas privadas. Eso se le debe en gran medida su actual conductor, Javier Fortes, al que se le nota en exceso que está teledirigido, que sigue consignas y que no hay ni un ápice de libertad, independencia y rigor en su quehacer.

Hablando de consignas, corre por TVE una circular firmada por la comisaria señora Mateos, en las que prohíbe el uso de corbata y especialmente pañuelo a los presentadores, porque 'eso' recuerda a la derecha, cito casi textual. Eso en cuanto a los hombres. Las mujeres tampoco se libran, faldas por debajo de la rodilla y nada de escotes, menos formalidad en las presencias para que tampoco recuerden al espectador la forma de vestir de la derecha. No sabía yo que dependiendo de la indumentaria se podría reconocer la ideología a la que pertenece el usuario de la misma. La cosa tiene enjundia.

Luego está la otra parte, la de los vetos. La cantidad de profesionales como la copa de un pino de los que ha prescindido TVE. Y ya no hablo de los de la casa, de aquellos a los que ha fulminado o relegado en muchos casos porque a la Alegría o a la Escario no le caían bien o a la Mateo le parecían, por su aspecto, de derechas. Hablo en concreto de colaboradores, de contertulios a los que se han cargado por criticar a Sánchez, por no doblegarse a los dictados que impone la casa que ofrece a todos el mismo plato de lentejas, si quieres las comes y si no las dejas, y si no quieres dejarlas, ya me encargaré yo de ponerte fuera de juego.

Eso ha sucedido con grandes periodistas, incluso de izquierdas, afines al PSOE, pero no tanto al actual dirigente socialista. Presencias que de la noche a la mañana hemos dejado de observar con la pérdida pertinente de interés. Colaboradores que aportaban más de lo que recibían, y no me refiero a términos económicos, sino de experiencia, de criterio, de interés, de claridad. Periodistas extraordinarios como Antonio Casado, a quien hemos dejado de ver en la tele pública. Al que no tardaremos en ver en una cadena privada porque, en realidad, se lo rifan, salvo en la tele sectaria donde le han dado puerta.

Con todos los mimbres citados, la comisaria Mateos ha hecho de la tele pública su cortijo, desprestigiándola, y llevándola al techo más bajo de su historia. Un solo dígito, como recordaba un gran profesional de la Corporación RTVE hace unos días, cuando se supo la caída espectacular sufrida por el que fue y ya no es un gran medio de comunicación.