La unión de las comunidades del Noroeste, Castilla y León, Galicia y Asturias, sus instituciones, sus partidos políticos, sus empresarios y la sociedad civil, en un frente común para superar las debilidades compartidas progresa adecuadamente. El pasado lunes, desde Santiago de Compostela, el Gobierno central recibió la primera petición concreta de la triple alianza: una inversión de 3.100 millones de euros para modernizar el ferrocarril. Como los respectivos presidentes autonómicos resaltaron durante el acto, esta no es una entente contra nadie, sino a favor de todos, una inédita coalición sin ninguna pretensión supremacista para lograr un país más equilibrado y competitivo. España se construye colaborando.

La cohesión social resulta inseparable de la cohesión territorial. No existe la una sin la otra, y la forma de potenciar ambas consiste en algo tan sencillo, y a la par tan difícil, como resolver los atrasos y carencias de cada una de las comarcas de España. Una tarea de semejante envergadura precisa, además de recursos, una elevada dosis de voluntad política. La descarada demagogia en la que han instalado los partidos la actividad pública camufla muchas veces precisamente de carencia presupuestaria lo que en realidad es una nula sensibilidad hacia las demandas.

Andalucía y Cataluña recibieron en 1992 un maná modernizador con los fastos del V Centenario del Descubrimiento y los Juegos Olímpicos, respectivamente. "Desayunar en Valencia, reunirnos en Barcelona por la mañana, volver a hacerlo en Alicante por la tarde y estar otra vez en casa para dormir". Así publicita sus objetivos el Corredor Mediterráneo, un "lobby" para pasar de la España radial a la circular con un AVE por todo el Este. El Levante español lleva en esa batalla, con generoso apoyo social y de las administraciones, dos décadas. Desde los años 90 del pasado siglo, coincidiendo con lo más duro de la reestructuración industrial, cada gobierno que llegó a La Moncloa proclamó: "Es la hora del Norte". Al Norte nunca le llegó el turno.

La voz del Noroeste debería haberse escuchado hace mucho tiempo. Esta vez parece que la unión de Castilla y León, Galicia y Asturias va en serio. Las tres comunidades, pese a contar con gobiernos de distinto color político, están venciendo su escasa conciencia de unidad, la falta de convicción en sus propias fuerzas, la menguada ambición para compartir metas. Ya cooperan sin recelos y tejen lealtades. Tras distintos encuentros de presidentes y consejeros, el eje Cantábrico cobró fuerza con la cumbre de septiembre de 2018 y con el pacto de Oviedo, entre las federaciones de empresarios de Asturias, La Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, León, Zamora y Salamanca, un mes después. Despega ahora definitivamente con la cita de Santiago de Compostela para pactar una estrategia logística y ferroviaria.

El fin es legítimo. No se trata de exigir más que nadie o de arrebatar algo a otras regiones, sino de disponer de las mismas armas para competir en igualdad de oportunidades. De lo contrario, nos encaminaremos hacia un país hemipléjico, con su cuadrante Norte paralizado. Existen realidades objetivas constatables. Los trenes de alta velocidad llegan ya a diez capitales del arco mediterráneo: Gerona, Barcelona, Tarragona, Castellón, Valencia, Alicante, Málaga, Sevilla, Cádiz y Córdoba. Sólo a cuatro del Atlántico: Valladolid, Zamora, Palencia y León. La red ferroviaria del Noroeste para pasajeros y mercancías, construida a finales del siglo XIX, está obsoleta. El temporal de lluvia acaba de sacarle los colores. La plataforma del Noroeste logró parar el primer golpe y revirtió la exclusión de esta vasta superficie de los nodos prioritarios que impulsa Bruselas. Ahora, con una propuesta de actuación concreta, persigue que la planificación del Ministerio de Fomento tenga presente sus necesidades.

La fragmentación del voto consolida una suerte de "bilateralismo confederal", como lo han bautizado los analistas, que genera diferencias sustanciales en derechos y deberes, y desbarajustes normativos. Las comunidades que pueden negocian prebendas, con técnicas rayanas al chantaje, según la urgencia de apoyos del Ejecutivo de turno o la arrogancia y apego al poder del presidente correspondiente. La unión del Noroeste tiene un mérito: consolidarse sin peajes. Cimentó ajena a los perniciosos mecanismos de presión tan habituales en los partidos nacionalistas, superando las aristas ideológicas, creyendo firmemente en la pluralidad e implicando sin recelos a los agentes sociales.

Así debería de continuar en el futuro para no quedar fuera de juego, ocurra lo que ocurra en las elecciones. Los valores que defiende la triple alianza rebasan la lucha partidaria. Porque en la deriva agitada de este cambio de época, en medio de tanta incertidumbre y desconcierto, sólo queda una certeza a la que agarrarse: De la mano, cooperando, se asciende más rápido y más lejos que escalando en soledad. Hasta en política hay que innovar. Repetir las frentistas conductas del pasado, además de no producir ya réditos, nos posterga y nos aísla del mundo global.