Cuando no se sabe que hacer o que decir, bien por vagancia, bien por falta de recursos intelectuales, se dice alguna gilipollez. La ultima o el último - según se mire - ha salido de una política andaluza que presumiendo de feminista ha decidido decir "Viva la matria" en lugar de "viva la patria", porque ella entiende que así queda más "in", por aquello de sustituir el "pa" de padre, por la "ma" de madre.

Y ya puestos a decir majaderías, al vecino el quinto, que presume de ser más machista que Almanzor, le ha dado por gritar por la ventana del patio "Viva el patrio", y a veces, para no ser menos, "viva el matrio", añadiendo la "o" y quitándole la "a" a todo lo que se le pone por delante, por aquello de que la patria, según él, no puede ser femenina.

Lo de la "matria", acuñada por esa excelsa andaluza, no es ni más ni menos ocurrente que lo del "patrio" o "matrio" de mi vecino, pero en ambos casos no deja de ser una sandez, máxime teniendo en cuenta que tal término no está admitido por la RAE. Pero existe una notable diferencia entre ambos voceros y es que mi vecino, al fin y al cabo, es un trabajador autónomo que se busca la vida por su cuenta en el mercado laboral, y la ocurrente señora andaluza es un cargo del Estado cuyo salario pagamos entre todos. Y es que algunos políticos se comportan así porque no nos miran a los ojos y, por tanto, no pueden ver nuestra perplejidad, ante tales simplezas.

Pero claro, cuando las leyes, los reglamentos o las costumbres permiten que el dinero público se dilapide pagando a personas que practican el arte de hacer o decir estupideces, como ésta de la "matria", o de hacer chorradas como aquella de llevar una fotocopiadora a los bancos del Congreso de los Diputados, pasan estas cosas. Y como nadie es castigado, reprendido o dimitido por ello, va aumentando el número de insolentes que se dedican a estos menesteres haciendo de bufones de tercera, con la pretensión de hacerse pasar por innovadores políticos.

Los privilegiados que ocupan esos puestos de prestigio, con su torpe actitud los desprestigian, pues en lugar de guardar el recato, el respeto y la dignidad que requiere el cargo, prefieren interpretar shows tabernarios. Mientras tanto sus "gracias" nos están saliendo más caras que los huevos de un ornitorrinco, o las huevas de una ornitorrinca - dependiendo de quién pronuncie la expresión - pero a nadie parece importarle, pues cada vez son más los "graciosos" que lucen en el firmamento de la incompetencia.

Cierto es que tontos del todo no son ya que consiguen lo que pretenden, cual es que se hable de ellos, aunque sea mal, y que aparezca su nombre en los medios de comunicación, a ser posible acompañado de documento gráfico. Publicidad personal y de partido que les sale gratis ya que la pagamos entre todos.

Lo peor de todo es que estos mediocres chufleteros son aplaudidos y jaleados por los incondicionales de los partidos en los que militan, y mientras eso siga siendo así difícil lo tenemos para corregir tal tipo de actuaciones. En ese afán de llamar la atención, cualquier día llegaremos a ver a algún partido incluyendo en sus listas el sutil encanto de alguna cabra como candidata a concejal de algún ayuntamiento.

Ya sé que algunos dirán que peor que eso es lo de tratar de engañar a la gente con shows como aquel de la" indemnización en diferido", que protagonizara la señora Cospedal a propósito de Bárcenas y su Gürtel, o las burdas justificaciones de determinados líderes políticos sobre la forma en que consiguieron sus títulos académicos. Pero lo uno no quita lo otro, ya que son cosas diferentes, pues en un caso impera la falta de estilo y de respeto, y en el otro la cara dura y el desprecio a la inteligencia.

Da miedo pensar que quienes nos representan en las altas esferas del estado estén perdiendo el tiempo en esas sandeces, y pena ver que esas actuaciones no se deben a la improvisación sino a elaboradas estrategias de partido.

Lo cierto es que como, desafortunadamente, existe gente que le gustan las cosas vacías o de dudoso gusto, las tonterías no son censuradas. De hecho, ahí está el share de determinados programas de Telecinco, y el elevado número de personas a las que les ha encantado el impresentable trato que han dado medios televisivos al terrible accidente del niño Julen.