El panorama político está que arde. En las próximas semanas, mucho antes de que se celebren las esperadas elecciones europeas, regionales y municipales del mes de mayo, vamos a vivir con intensidad los preparativos que rodean a tan importante convocatoria. Ya lo estamos viendo estos días, con la presentación en sociedad de algunos de los candidatos a ocupar los sillones de las alcaldías más importantes de los municipios de Zamora o de la aparición en escena de nuevos actores que aspiran a conquistar espacios que, al menos hasta la fecha, estaban reservados para otros. Según vaticinan los expertos, el desenlace que se prevé vendrá acompañado de algunos terremotos políticos, que obligarán, en mi modesta opinión, a replantearse maneras de pensar y de encarar los retos económicos, sociales, culturales, etc., que tenemos por delante. Y esto valdrá lo mismo para Zamora que para cualquier otro territorio de España. Porque hay retos que son similares, aquí o allá, por mucho que algunos piensen que nosotros podemos ser una excepción.

Pensemos, por ejemplo, en los problemas que tantos nos ocupan y preocupan en estas tierras. Ya saben: la pérdida de población, la fuga de jóvenes, el envejecimiento de la población, las dificultades para poner en marcha nuevas iniciativas de desarrollo, la incapacidad para sacar partido a los innumerables recursos que atesoramos, los frenos que dificultan la colaboración entre las instituciones, etc. No les canso con una retahíla que podría alargarse hasta el final de esta columna. Lo que quiero destacar aquí es que estos problemas, que no son de ahora sino que se arrastran desde que tengo uso de razón, solo pueden resolverse si realmente tenemos una visión global de la realidad. Porque lo que sucede aquí no solo se explica a partir de nuestras particulares maneras de ser o de no ser. Ya saben: miedo al riesgo, temor al cambio, individualismo, etc. Aunque sean factores clave que debemos conocer y reconocer, hay otros elementos que no podemos perder de vista, cuyos componentes son globales, estructurales o macrosociológicos.

Por consiguiente, es previsible que, en el contexto del nuevo panorama político tan emocionante que se avecina, nos encontremos con discursos que ofrezcan respuestas fáciles para resolver los problemas tan complejos que he comentado más arriba. Discursos que buscarán la complicidad de los potenciales compradores, llamados votantes, a través de las emociones y la simplicidad de las cosas, relegando a un segundo plano las razones profundas que se esconden tras los problemas enumerados. Desconfíen de quienes vendan varitas mágicas. O haga lo que más le apetezca. En cualquier caso, todos sabemos que, incluso en los ámbitos más pedestres de la vida cotidiana, las recetas fáciles no existen. Piense, por ejemplo, en su relación con los amigos o en la gestión del día a día en su hogar. Si esto es así, imagínense cómo será la administración en aquellos niveles donde se decide el día a día de los ciudadanos, ya sea en Europa, en la región o en la localidad donde reside habitualmente. Piense en estas cosas y luego, como es obvio, decida.